Cuento corto: veredas opuestas

Abrazo (sitio Dibujos Disney)
Ferenc Mancilla tuvo una gran amistad con Ferdinando Huerta. La cimentaron en la universidad. Notablemente diferentes en algunos aspectos vitales, en ese tiempo ambos querían dejar atrás un pasado que, como dos jóvenes próximos a las veintena de edad, no los tenía del todo satisfecho. Ferenc entró a estudiar periodismo porque quería especializarse como crítico de música, usaba el pelo largo al estilo Jim Morrison, era de vestir extravagante, alucinaba con Genesis y el Colo Colo de Jozic, y se declaraba izquierdista. Ferdinando, en cambio, usaba el pelo muy corto, sobresalía con un fisico de gimnasta olímpico y 1,85 de estatura, se sentía atraído con Creedence Clearwater Revival, le gustaba Cobreloa y, aunque entró a estudiar periodismo, su horizonte estaba en la aviación.

Y se conocieron de manera bien particular. Corría 1991:

-Mataron a Jaime Guzmán, nuestro gran referente -señaló cabizbajo Ferdinando. El resto sólo atina a escuchar...Salvo Ferenc.

-No justifico el crimen. Pero no me agradaba -retrucó Ferenc.

-Claro, ¡si lo mataron los hijos de puta del Frente Patrótico Manuel Rodríguez! -responde a su vez Ferdinando.

-Eso dicen. ¿Y ustedes que hicieron durante 17 años? -recordó Ferenc, quien justo antes había recordado, sin decir una palabra, una secuencia de la Mafalda donde el personaje infantil del creador argentino Quino reflexionaba sobre la paz mundial en el momento en que cruzaba delante de un pared donde aparecían escritas frases como "¡Asesinos yanquis fuera de Vietnam!" y , debajo, como respuesta a aquella, "¿Y ustedes que hicieron en Hungría?".

-¡Ustedes empezaron todo!

-¡No es cierto!, ¿ustedes empezaron?. ¡Nadie les dio derecho a hacer lo que hicieron! 

La conversación entre Mancilla y Huerta fue subiendo de tono y haciéndose áspera. Sin embargo, pasados algunos minutos y pese a la juventud de ambos, a los muchachos, los picó el incipiente (y bendito) "bichito" de la madurez necesaria para abordar la conversación. Y encontraron puntos en común y aspectos en los cuales admirarse: buscar en el diccionario palabras difíciles (proxeneta, taciturno, paupérrimo, etcétera), el gusto por The Police ("Sting es izquierdista como tú, pero es un gran cantante"), reticencia a los gringos ("y eso que el presidente Bush es derechista como tú"), el mate, el fútbol, reconocer que hay gente que gana muy poca plata y que ambos viven cerca de la universidad.  

Pero, además, un aspecto de la vida de Ferdinando le recordó a Ferenc una característica de la composición familiar de su amigo Belfor Samalea, tan izquierdista como Ferenc: la madre de Belfor era soltera y éste no veía muy seguido a su papá. Y la madre de Ferdinando también era soltera y, como era previsible adivinarlo y saberlo, rara vez Ferdinando lograba dar con el paradero de su padre. Que fuera derechista y el otro izquierdista no tenía que ver con el asunto de la soltería de sus madres. 

-Me caís bien, Jim - enfatizó Ferdinando tras superar ambos la refriega inicial. Jim era el apodo que le pusieron sus compañeros de universidad a Ferenc por su peinado y físico similar al de Jim Morrison (aunque Ferenc mide un 1.70). 

-Tú también me caes bien, Nano -subrayó a su vez Ferenc, recordando que el mismo Ferdinando había reconocido hace algunos minutos que su mamá le decía "Nano", "Nanín" o "Nanito".

-Te invito a mi casa. Fumémonos unos cigarros en el camino...Total no es largo.

-Y compremos una cerveza en la botillería.

-¡Vale! -respondió en forma escueta pero sonriente Huerta mientras encendía vigorosamente un pucho.

-Y en tu casa escuchamos algo nuevo de Sting o los grandes éxitos de Creedence -proyectó Mancilla.

-Por supuesto, Jim.

-Vamos, Nanito.

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