Fantasía en rock latino (tercera parte): la noche es larga

Noche de luna llena (foto de sitio Argoonautas)
Por Gonzalo Figueroa

Ya no hay motivos para pelear. Pese a que las confianzas habían quedado quebradas después del engaño, Orestes y Luis se dieron la mano en son de paz. Después de todo, en el balance general, no todo había salido mal para el primero y, al final, el intercambio de parejas fue mejor para todos. Y quienes mejor lo expresan son sus respectivas mujeres: Lidia y Amparo.

En el caso de la primera, enganchó bien tanto en el ritmo como en la gracia de Luis, que dejó de lado su aspecto cínico, ladino y turbio para disfrutar de la hermosa y delicada Lidia. Y aunque Amparo carece de la gracia de aquella, su facilidad para el baile y cierta ternura sedujeron al galante Orestes. 

Mientras se escucha de fondo la canción "Pecados para dos" de Virus, vestidos, relajados, más tibios, más lentos pero satisfechos y sonrientes, los cuatro estaban sentados para disfrutar aquello que Lidia y Orestes habían comprado. Había pasado una hora sin comer, pero en ese lapso eso era secundario: las ansiedades invitaban a hacer el amor casi sin culpas en esas generosas decenas de minutos. Ahora era distinto: es, como se dice en el deporte y sobre todo en el fútbol, el "tercer tiempo", aunque en realidad era sólo el segundo.

El pisco sour, proveniente de tierras coquimbanas y cuyo nombre recuerda a un empresario vinculado justamente con el balompié, estaba delicioso. Todo había vuelto a ser como antes: Lidia y Orestes chocan sus copas en señal de brindis.

-No estuve recién contigo, pero contigo es mejor -le susurra Orestes a Lidia.

-Y contigo también es mejor, aunque Luis es chistoso - musita Lidia. Ambos se ríen. Es como si lo que ocurrió durante la noche y la madrugada inmediatamente anteriores, bonito primero y ridículo después, no tuvieran importancia. El beso de rigor despeja cualquier duda de un amor que, igualmente, sigue siendo "fuera de la ley" (como si el sexo con amor tuviese que regirse sólo por leyes).

Luis y Amparo están en la cocina, no tan próximos entre sí pero risueños. Ella parece haber olvidado el matiz autoritario y a la vez turbio de las actitudes de Luis. Ella también asume que es voyeurista, pero su sentir femenino le indicó en algún momento que Luis abusaba de una situación que, de por sí, era un engaño para quien lo consideraba un amigo. Por la radio se escucha "Maldito Duende", tema de los Héroes del Silencio y del cual Raphael hizo un cover.

-Nadie es perfecto, querida. Pero espero que me perdones -le dice a Amparo antes de besarla y acariciarle el pelo con suavidad.

-Ya te perdone, querido. El sólo hecho aceptar esta idea de intercambiar parejas...fue mi forma de hacerlo -responde la mujer. Acto seguido llevan la variopinta tabla de comestibles para picar a la mesa y, tras cartón, brindan los cuatro con sus copas de pisco sour.

-Nosotros lo hacemos por segunda vez -señala Orestes en nombre de él y de Lidia. Están todos sonrientes y encontrando exquisito lo comido y lo ya bebido.

-¿Qué es eso de que no me incumbe que engañes a tu esposa? -pregunta sorpresivamente Luis a Orestes, tras recordar que Orestes habló sobre eso durante la mañana, cuando todavía negociaban una solución. 

Se produce un silencio incómodo, pero al mismo tiempo una sensación corporal muy curiosa en todos. A Orestes no le agrado la pregunta, pero el grupo ha vivido tantas emociones fuertes en tan pocas horas que tácitamente asumen que no deben generar más conflicto, aunque Orestes matiza serena e inteligentemente, pero también convenientemente, su respuesta. 

-Y te insisto en lo mismo: no te incumbe. Además hemos sido muy cuidadosos en todo plano -advierte.

-No sé a que te refieres con decir "cuidadosos"...¿Usaron condón y pastillas? -retruca Luis antes de lanzar una risotada, que incomoda a Amparo. "¡No empecemos de nuevo, Luis!" le susurra molesta.   

-Mi esposa ya sabe...Y, además, ella ya me engañaba hace mucho tiempo -enfatiza con seguridad Orestes. El silencio que prosigue es sepulcral. Pasan algunos segundos que parecen eternos y el que sólo es interrumpido por Luis con un gesto no es precisamente galante: agarra la espuma sobrante del pisco sour con un dedo y después lo chupa. La cara de Amparo es evidente, como si pensara "no crean que él es el padre de mis hijos". Lidia mira con los ojos y la boca muy abiertos, y Orestes sólo espera una respuesta...La que además será inesperada.  

-Aclarado todo, nadie se ha equivocado ni está cometiendo un delito. Estamos contentos. Fue un día...loco. Sí, fue bien loco. Pero al final lo disfrutamos de manera diferente y somos todos amigos. ¡Un brindis por eso! -expresa Lidia con aplomo y una locuacidad nunca vistos en ella en circunstancias nerviosas como la reciente. Un "¡salud!" generalizado y firme sucede a las palabras de la pareja de Orestes.

-¿Les parece que sigamos con esta velada?...La noche es larga. Es viernes -pone de relieve Orestes, quien luego toma de la mano a Lidia. 

-Por supuesto -dice ella, muy complacida. Luis y Amparo sonríen. De fondo se escucha el éxito de Soda Stereo, "Un millón de años luz".

Leer Primera parte de "Fantasía en rock latino"

Leer Segunda parte de "Fantasía en rock latino"

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