Quiero volver a ti y amarte hasta morir
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| Pareja de enamorados (foto de Ibrahim Asad) |
17 de octubre de 2019
Popular tema de Juan Antonio Labra, transformado nuevamente en hit por Lucy Helena, inspiró un sublime momento de amor entre Andrés y Nieves.
Los éxitos de Lucy Helena son escuchados en gran parte de América Latina. «He sentido amor», «Camina minero», «El vino» y «No puedo amarte más» son algunos de las canciones preferidas de sus fans, que en crecen en número día a día, la transforman en la artista más popular de un mes en la escuchadísima radio Gema – de alta recepción continental-, descargan sus temas y sus álbumes en las principales plataformas de música popular para escucharlos, bailarlos, hacer dedicatorias y alabarla constantemente por las redes sociales. La cantante chilena tiene clubes de seguidores en su país y en México, donde además una fundación que desarrolla una gran labor social descubrió su enorme sensibilidad por el bienestar de sus pares y, por tal noble atributo, la nombró embajadora.
La belleza, la energía y el talento de Lu también irradian milagros. Y en esa categoría entra la historia de amor de Andrés y Nieves.
Desilusionada ella por una infidelidad de la que fue objeto por parte de Andrés y que había puesto en peligro más de 20 años de relación, lo echó de la casa y se juramentó no verlo más. ¿Los hijos de ambos?. Él podía verlos a ellos, pero… ¿él a ella?. Por ningún motivo, conforme a un sentir que ella no estaba dispuesta a negociar.
Pasaron un par de meses hasta que un día de sol primaveral, la Jesús -la hija mayor de ambos, de 16 años de edad- le pidió permiso a Nieves para ir a comprar a un almacén cercano.
-¡Ya eres grandecita!. ¡No necesitas que te dé permiso! -exclamó algo molesta Nieves a la Jesús, mientras preparaba el almuerzo. Acto seguido, Jesús fue a comprar con su hermano Dámaso, de 11 años.
No pasaron más de 20 minutos y los hijos de aquella relación herida volvieron. Nieves tenía casi listos tres platos generosos de arroz con salsa y una exquisita y abundante ensalada surtida. La mujer estaba levemente de mejor humor.
-Esto necesita de música apropiada para la ocasión -sostuvo la muchacha de 16 años, quien tras dejar un envase de helado de piña (igualmente abundante) en el refrigerador, le pidió a su hermano que trajera un notebook, unos parlantes pequeños y un cargador para ponerlos en un costado de la mesa. Nieves quedó extrañada, más todavía cuando sintió un extraño aroma a incienso, que puso su hija.
-Bueno, al menos hay suficiente espacio en la mesa- reflexionó. El incienso, con un peculiar aroma a lavanda, estaba en el esquinero. Un dato curioso: ambos muebles, de pino oregón, fueron regalados por la familia del padre de sus hijos cuando la pareja decidió vivir bajo un mismo techo. Habían pasado 15 años…La Jesús tenía uno cuando se fueron a vivir allí.
Los muchachos sólo tardaron algunos minutos en manipular equipos y cables para que, finalmente, se lograra escuchar el delicado comienzo de una canción, cuya elegante percusión programada y hermosa melodía del principio eran tan inconfundibles como el resto del audio, con sus coros y bella voz líder.
«Cuantas noches y tú no estás/ sueño tanto tenerte y tú no estás/ cada minuto amor, yo me arrepiento de mi error, si por mi culpa te perdí.. .». Nieves, se apoyó en la cocina, todavía con una temperatura alta por las recientes cocciones aunque tolerable para sus manos, miró seria un reloj de pared que estaba colgado frente a sus ojos, aparentemente le afloró un recuerdo, agachó la cabeza y lloró, sin disimular un minuto y en forma histriónica.
«Quiero volver a ti/ por favor permítelo/ quiero tenerte aquí/ amarte hasta morir… «. La canción continuó su curso desde el pequeño computador y, ya en la segunda ocasión del estribillo, ella sintió una mano suave en su espalda, la que tomó tiernamente al acercarse al cuello. No se dio vuelta. Detrás de uno de sus oídos una voz susurró con dulzura el estribillo hasta que esa misma boca y la de ella pronunciaron al unísono «amarte hasta morir… «. Así continuaron en el resto del tema escuchado, con la poderosa muralla sonora de Lucy Helena y su gran banda…Hasta que Nieves y Andrés -traído de vuelta por iniciativa de los hijos de ambos- se fundieron en un apasionado beso.
-¡Hará falta otro plato de arroz con salsa! -enfatizó Dámaso, sonriente y muy cerca de la mesa, con la mirada fija en el sector de la cocina, cuya puerta plegable de madera dejaba al descubierto el beso entre sus padres. Al lado del muchachito estaba Jesús, igualmente sonriente.
-Y si de salsa se trata, ¡pondré «El Vino» o «He sentido amor»! -complementa con entusiasmo la muchacha, antes que todos se reían de la felicidad y se fundan en un abrazo.
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