Avispón Dorado
| Guitarra Azul (Don Disfraz) |
Román aprendió a tocar guitarra a los 14 años de edad. Había recibido de regalo en su reciente cumpleaños una clásica de parte de su tío Braulio. No fue casualidad: aquel hermano menor de su madre tenía un grupo de perfil zeppeliano. A los 10 años el muchachito había quedado alucinado en un festival de rock donde actuó la banda de su tío y sobre todo por la forma de tocar el instrumento por parte de aquel.
Pero había una frustración también: la carrera de Braulio nunca prendió del todo: tres participaciones fallidas en concursos de cazatalentos, un contrato con un sello que quebró al poco tiempo de grabar algunos temas para el álbum debut, el robo de los equipos y los instrumentos en un evento en una discotheque, un manager que se comprometió a rentabilizar un fondo para la banda y que posteriormente se fugó al extranjero, y la repentina muerte de su padre, de tan solo 50 años de edad, producto de un infarto.
Curiosamente han pasado seis años desde esa serie de infortunios, que lo motivaron a desmantelar el grupo, y dos desde que Román aprendió a tocar guitarra. Braulio es un entusiasta: ve en Román una proyección suya. Curiosamente su antiguo conjunto musical fue bautizado Los Eternos. Él tenía 20 el año en que tomó la dolorosa decisión. Siguió con su carrera de ingeniería de sonido. Esto no significó que dejase de tocar la guitarra. Sin presiones la práctica se tornó más que habitual. En momentos de relajo, aprovecha de agarrar una acústica para interpretar algún hit histórico de Kansas, Pink Floyd o Led Zeppelin. Jimmy Page o Eric Clapton aprobarían con honores sus energéticos riffs y arpegios si lo vieran.
No cree que haya sido yeta él mismo por los problemas que le acarreó su breve carrera musical, pero se desmotivó mucho. No descarta seguir en otro momento, pero fueron demasiado situaciones lamentables en poco tiempo y justo en una época que él presentía un despegue artístico. Los Eternos hicieron un tributo a Led Zeppelin, Deep Purple y Peter Frampton durante cuatro años entre los dos últimos de colegio y los dos primeros de la universidad, después hicieron suficientes temas propios para un disco, claramente de hard rock. Fueron pocos meses pero muy intensos: varias presentaciones, giras y participaciones en festivales, hasta la creación de un club de fans y el interés de algún productor o uno que otro ejecutivo.
Sin embargo, pasados los años el “bichito” del amor por la música de guitarras duras continúa. Braulio se ve reflejado en Román porque hasta se parecen y han llegado a vestirse igual. El sobrino es una versión más esbelta y adolescente del tío. Pelo castaño y muy crespo, estilo Slash de Guns N’ Roses, y como ropa casi habitual, chaqueta de cuero y pantalón de mezclilla azul algo desteñido.
Aunque siendo un niño Román alcanzó a ver actuar en vivo a Braulio, después vio videos al respecto, escuchó audios (demos o ensayos) y fue testigo de cómo tocaba las seis cuerdas en reuniones familiares. Entusiasmado Román, al regalarle Braulio su primera guitarra alimentó la ilusión de dominar el instrumento y de armar su propio grupo de rock. Posteriormente el tío le regaló una eléctrica.
¿Nace una estrella?
Cerca de cumplir los 17 y de cursar cuarto medio, Román fundó finalmente su grupo con unos amigos del colegio: Avispón Dorado le pusieron de nombre. “Le pediré a mi tío Braulio que sea nuestro representante”, les dijo tras un ensayo en el gimnasio del establecimiento. Cierta madurez y algo de superstición le indicaba que igualmente debía ser cauto y no repetir esquemas.
Dejaron de hacer tributos a Guns N’ Roses, Poison y otros grupos de moda. A pesar de que en un momento él y los muchachos se consideraban incluso más metaleros, con inclinaciones a escuchar más Iron Maiden, Metallica o Slayer, decidieron que una buena dirección era seguir una línea rockera con más concesiones comerciales, pero por sobre todo tener un repertorio propio y probado ante el público antes de grabar un álbum.
La conversación de Román con Braulio incluso concretó un valor agregado: ante la idea de power trío que los muchachos habían desarrollado, con guitarra y voz (a cargo de Román), bajo y batería, Braulio no solo se ofreció a ser manager, sino que sonidista, arreglador y, por si pareciera poco, tocar los teclados. Por añadidura se enteraron de la innovadora iniciativa del área de extensión del colegio de crear una escuela de rock y de organizar un concurso de talentos. Román y sus amigos estaban muy entusiasmados con todo, pero curiosamente más lo estaba Braulio.
A ese regocijo se agregaba la posibilidad de resarcirse consigo mismo. Muy atrás quedó la rabia acumulada. Nunca más supo del tipo que escapó con el dinero. Tampoco de quienes se robaron los equipos y los instrumentos. Algunas teorías e informaciones apuntaban al mismo sujeto: algo así como alguien que lideraba una banda delictual organizada y “altamente especializada para esos fines y otros”. A pesar de algunos esfuerzos de la policía y la “recuperación” de un amplificador (muy parchado) en un sitio eriazo, no hubo un solo rastro más del tipo u otras personas. Ido todo con el viento, solamente quedaron las rumiaciones de Braulio.
Pero ahora todo era distinto. Su sobrino Román tiene su grupo, participarán en un concurso, ya conocieron las bases, la naturaleza de los premios para los tres primeros lugares y ya están muy enfocados en ensayar y en que el tema con el que van a competir, “Dulce desquite”, no solamente logre su mejor forma sino que, por el espíritu de su letra, originalidad y potencial, gane el certamen.
“Rozagante Rocinante”
Una semana antes del evento, a un mes de los primeros acordes y palabras sueltas que dieron origen a “Dulce desquite” y con una importante participación de Braulio, la canción ya ha adquirido una solidez y soltura dignas de músicos profesionales y el suficiente atractivo como para lograr un impacto trascendente.
“Altos y bajos, querida/no lograron derrumbarme/la esperanza me dio vida/rozagante Rocinante”, canta en una estrofa Román, muy convincente y con un vozarrón y postura que recuerda un poco a Camilo Sesto en “Jesuscristo Superestrella”. La han tocado varias veces durante las horas de ensayo autorizadas para cada grupo en el gimnasio. Las novias de los jóvenes, incluyendo la de Román: Natalia, están contentas y motivadas. Pero hay otros testigos del desempeño de ellos. No vinculados al jurado pero con conocimientos musicales, incluyendo al integrante de un reputado grupo folclórico, un profesor de música del colegio y otro docente de ese ámbito y que conoció a Braulio cuando tocaba la guitarra en Los Eternos, han confesado a amigos y cercanos a Avispón Dorado, su muy grata impresión del cuarteto.
“Me recuerdan al espíritu acelerado y vívido de “Comunication Breakdown”, de los Zeppelin”, "los teclados le dan un toque progresivo, que enriquece las variantes del sonido” y “Braulio se graduó de eximio tecladista si es que antes solo tocaba guitarra. Me recuerda a Jon Lord”, han sido algunas de las frases expresadas por testigos familiarizados con el arte de los sonidos.
El día clave
Llega la jornada del concurso: un sábado muy primaveral. Son las 11 de la mañana y 300 butacas están perfectamente dispuestas para recibir a los asistentes en el auditorio donde tendrá lugar el evento. La veintena de grupos postulantes esperan en igual número de salas. Todo comenzará en una hora más. El nerviosismo y la tensión son patentes. Los dimes y diretes se suceden en forma compulsiva.
Pasadas las 12 horas y con las actuaciones de un par de agrupaciones, la atmósfera emocional no ha cambiado.
-Dicen que esto está arreglado y Cóndor Sideral ganará -enfatiza algo incrédulo Bastián el baterista.
-¿Quién te dijo eso? -pregunta extrañado Román.
-Lo escuché en el baño.
-Bueno, si es por eso ganará Dragón Violeta -sostiene irónico Gonzalo, el bajista.
-¿Y dónde escuchaste eso? - retruca Bastián.
-Cuando fui al baño -responde Gonzalo. Todos ríen menos Bastián.
-Muchachos: fuera de broma tenemos méritos para ganar. Yo nunca logré resultados satisfactorios en un concurso, pero por primera vez tengo una corazonada fuerte en una situación como esta. Independientemente de que ganemos o no, ustedes ya son ganadores espiritualmente hablando. Tomen esto como un desafío -puntualiza Braulio. Los muchachos asienten sonrientes. Román le palmotea la espalda a su tío.
Pero Braulio muestra esa coraza para motivar a los jóvenes. Por dentro han brotado, cada cierta cantidad de rato, sus propios fantasmas: el sujeto que se escapó con la plata, los equipos e instrumentos, el disco que no fue, la muerte de su padre...No ha alcanzado a entrar en pánico: de repente vuelve a recordar cuan talentosos son sus muchachos y le vuelve el optimismo. Pero después irrumpe de nuevo el malestar. Es como un zigzag anímico bien extraño.
Son los penúltimos en tocar porque los organizadores determinaron que las presentaciones son por orden de inscripción. “Puede ser una ventaja, pero también los integrantes del jurado estarán cansados”, piensa Braulio, conforme a esos mismos zigzagueos mentales que le vienen. Rato después estimula a los jóvenes con frases del tono: “ustedes son los mejores”.
Considerando algunas pausas, ajustes de sonido, pruebas menores y la hora de almuerzo alrededor de las 13 horas, la organización calcula que a razón de unas nueve bandas por hora, Avispón Dorado actuará pasadas las 15 horas. El esquema de tensiones y distensiones se mantiene hasta que llega el momento.
-A continuación les presentamos a Avispón Dorado, cuarteto integrado por Román Buitrago en guitarra y voz, Gonzalo Giusti en bajo, Bastián Busquets en batería y Braulio Soriano en teclados y segunda voz, con el tema “Dulce desquite” -detalla en voz alta y amplificada el animador. Los aplausos se dividen en unos tibios y otros entusiastas.
Segundos de duda
Tras un inicio en falso (Gonzalo se apresuró con el bajo y Bastián entró a destiempo con un redoble de la caja), el jurado casi sin meditarlo acepta un nuevo comienzo de “Dulce desquite” (aunque el presidente de la instancia arrugó un poco la frente y carraspeó). Alguien del público comenta a viva voz: “¡pero esto es inédito!: dos horas y no había ocurrido algo así”. Se siente una que otra tibia rechifla. Las novias de los muchachos se inquietan pero mantienen la compostura.
El nuevo comienzo da origen a una verdadera clase magistral y contagiosa de potencia rockera. Román domina la escena con toda la destreza guitarrística que heredó de Braulio y, a su vez, hace gala de un histrionismo que recuerda un poco, no solamente una gestualidad próxima a Camilo Sesto, sino que el perfil de “Dulce desquite” como un homenaje a su tío más que una canción de amor. Gonzalo y Bastián, a su vez, lucen sus talentos y hacen olvidar un tanto esa mañosa caricatura del bajo y la batería como simples instrumentos de marcación o de base. Y Braulio, a su vez, arropa y otorga más belleza al tema con el piano eléctrico. El rol de tecladista y segunda voz lo cumple a cabalidad.
A los dos minutos la gente canta a gritos el estribillo, a los tres bate las palmas y a los cuatro y hacia el final, todos los asistentes escuchan con mucha atención y la gran mayoría, sobre todo mujeres de distintas edades, bailan de pie sobre las sillas y, el resto, en las zonas aledañas y los accesos. Termina “Dulce desquite” y las hurras se prolongan por un minuto de aplausos furiosos y gritos como “¡bravo!” y “¡se pasó!”.
Los rostros sonrientes de Román y su grupo ahorran palabras. Pasada un poco la algarabía, un asistente de sonido, un desconocido para el grupo, se acerca a Braulio y le susurra al oído: “el grupo que iba a cerrar la competencia se bajó” para luego añadir “vi un papel cuidadosamente escrito por el presidente del jurado y detecté que el nombre del grupo de ustedes encabeza una lista muy corta firmada por los cuatro miembros...pero haz cuenta que nunca te lo dije”. Braulio sonríe levemente y, antes de abandonar el escenario, el rector del colegio se le acerca sigilosamente.
-¿Te acuerdas que teníamos problemas para lanzar la escuela de rock?
-Sí.
-Bueno, ya lo resolvimos: tú serás el director -dicho esto por el mandamás del colegio, Braulio vuelve a sonreír, pero no articula palabra alguna.
-Te agregaré algo más...
-Dígame...
-El ejecutivo de un sello los vio actuando recién. Quiere hablar contigo y con Román.
-...
-Le ofrecerá un contrato al grupo para grabar un disco.
Mientras tanto el jurado delibera (supuestamente).
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