Marillion y el misterioso lugar de “Clutching at Straws”



EL ROBUSTO SEÑOR ROCK
Por fortuna, nuevamente mi amigo Barton Fink me ayudó a revelar lo que escondía esta especie de acertijo. De pronto aparecimos en el mismo lugar de la portada del disco. Allí estaban Derek, Steve, Mark, Pete e Ian, pero también John Lennon y James Dean. ¿La mesa de pool?. Casi un adorno. ¿Drogas?. No, gracias. ¿Alcohol, mujeres y rock and roll?. Muuuucho. ¡Salud!.


La portada y la contraportada del álbum “Clutching at Straws” del grupo de rock progresivo británico Marillion escondía un gran misterio. Siempre he reconocido -y no veo motivo alguno para negarlo alguna vez- he sido medio loco por las tapas de los discos (dije “medio loco” y no “entero de …”; ¡ojo!). Ozzy Osbourne me diría algo peor (de hecho una vez confesó que consideraba imbéciles a los que compraban sus discos por las carátulas)…No soy tan lapidario como Ozzy (ji, ji).

Lo cierto es que las ilustraciones de “Clutching …” (publicado en 1987) me llamaban poderosamente la atención. No es que fuese “La Mona Lisa” (“La Gioconda”) del gran Leonardo Da Vinci con sus “mil misterios”. Tampoco se trataba que fuera un cuadro Barroco, con sus variopintos detalles, o una pintura Rococó con sus divertidos trazos. No se trataba de que fuera el siglo XVI o el XVIII. No….”Clutching …” representaba algo más para mí y quería descubrirlo.

Y cómo no querer saber algo más si lo que observaba era una especie de bar, cantina, saloon característico del Oeste Americano y más propiamente de 1860, o a lo mejor la colorida recepción de un excéntrico hotel llamado “Hobbies” (aludiendo a un tema del disco). Aparecían allí los integrantes del conjunto de rock progresivo, pero con otros ilustres visitantes: divisaba claramente a James Dean y John Lennon. Un estadounidense y un inglés más que famosos y, al juzgar por la imagen, petrificados en su juventud.

James murió trágicamente en un accidente automovilístico cuando era y se proyectaba como un gran actor, a los 24 años, en 1955. John murió producto de cinco disparos de bala expulsados desde un arma de fuego activada por un chiflado de apellido Chapman, cuando el autor de “Give peace a Chance” ya estaba consagrado, había tenido el goce de reinventar la música popular con los Beatles y empezaba a ser feliz. Tenía 40 años y era 1980. ¡Fuerte!, ¡injusto,!, ¡impactante!, ¡final! ... Y … ¡¡en ambos casos!!.

Pero nuevamente, y por fortuna, me desestructuré gracias al aparición de mi amigo Barton Fink, quien me invitó otra vez, mediante un oportuno abrir y cerrar de ojos, a develar aquel misterio: las ilustraciones de “Clutching at Straws” de Marillion. Sin duda, la seguidilla de noches improductivas de un soporífero verano de 1941 en Los Ángeles, California, le sirvieron a Barton para desbloquear su mente y liberar su creatividad como escritor de guiones. Y, por cierto, la simbiótica transmisión de su experiencia me sirvió a mí.

Vacacionando en Santiago

De pronto aparecimos en el mismo lugar de la portada, extraordinariamente parecido al de la portada del disco (valga la redundancia). Pero también muy parecido a uno que voy siempre. ¿Será el mismo en otra dimensión?.

-Barton…¡¡Last ago!!.

-¡¿Qué dijiste?!.

-Je, je, es mi manera graciosa de decir “la cagó” en “espanglish” …

-¡¿Y cómo tanto?!... Yo necesito encontrar gente común y corriente para que mi historia funcione.

-En el caso mío creo que ya la encontré.

De pronto me encontré con Jacke, una amiga a cargo de una productora que contrata grupos de rock con enorme facilidad: se van miti-miti…¡No piensen mal!. Quiero decir que la mitad de lo recaudado por concepto de entradas con cover, comestibles y bebestibles va para ella y su equipo, y el resto para el conjunto de rock de turno.

-Marillion se encuentra acá…-me informó Jacke.

-¡¡¿¿??!!.

-Sí, lo que ocurre es que, al darse cuenta de la baja del dólar y tanto recital de “palos gruesos” en Chile, prefirieron vacacionar en Santiago, pasar piola -je, je, bueno, dentro de lo posible- con la prensa, visitar a sus amigos chilenos y ofrecer un recital sorpresa acá en el “House, Rock & Country”.

-Bueno, es la ventaja de ser extraordinarios como ellos y no ser jactanciosos como otros …

-¡Exacto!.

-Oye, ¿y dónde están para ir a saludarlos?.

-En el sector del salón de pool…

A pasos de la carretera

El olor entrelazado de trago y pucho era fortísimo pero no alcanzaba a ser desagradable. Los curagüillas eligen regularmente otros lugares. Tampoco había olor a poto combinado con café y cigarro: esos boliches están en el centro de la capital. Nosotros estábamos en Camino a Melipilla, a pasos de la carretera. Lo cierto es que era un sueño muy loco. Los cruces de circunstancias y tiempos dan lo mismo. Lo único cierto es que estábamos en 1987, pero con la economía de 2011.

Los viejos conocidos y habitúes del lugar eran también conocidos míos de aquel lugar al que voy y que se parece a éste: Olegario Ortúzar, insigne psicólogo amigo de Roger Hodgson y un amante del rock; Anita, su señora, creativa diseñadora; Mario Armandez, un dicharachero y perfeccionista seguidor de Genesis; Francisca, la dueña del local, siempre en el mesón y, como un coyote, muy atenta a los movimientos del boliche; Gino Armani, un tipo que tiene un auto deportivo y que siempre tiene grandes ideas y proyecciones; Gisela Grandón, una entusiasta joven quien sabía en ese minuto que sus amigos de Marillion y del tributo a Marillion le tenían un espacio reservado para hacer los acompañamientos vocales de “Last Straw”; y, con la gentileza de siempre, los muchachos y muchachas que atienden. Los saludos fueron fraternales y muy efusivos.

Y de repente me encontré frente a frente con James. Casi de mi estatura, yo le calculé algo más de un metro 70 pero más delgado que yo y más joven. No es para menos: yo estoy en el umbral de los 40, él sólo tiene 24. Tenía un pucho en la boca, un sombrero tejano, cara de joven encapuchado “desencapuchado”, chaqueta de cuero café clara, jeans con bastilla de elefante y botas vaqueras muy puntiagudas.

-James: tengo el honor de transmitirte los saludos de mi madre…

-Gracias, compadre. Vayan mis cariñosos saludos para tu señora madre. ¡Te animas a fumarte un cigarro y despacharte un combinado conmigo! -me dijo con la seguridad característica de un hombre que, curiosamente, no traspasará su juventud. Además, yo estaba sorprendido con su facilidad para asimilar un idioma ajeno: ¿no será un extraterrestre?.

-¡Cómo no!...Si para mi madre será un honor recibir tus saludos, en mi caso el honor es recibir un cigarro y un combinado de tu parte, querido James. ¿Te puedo llamar Jimmy?.

-¡Por supuesto, Gonzalo! -me señaló Jimmy. Me impactó, por cierto, que haya sabido mi nombre. Bueno, posteriormente Jacke me comentó que era un gran admirador de mi estilo de escribir. ¡Plop!. Quedé sin palabras.

-¿Me concedes una infidencia, Jimmy?....Es un tanto frívola, pero me interesa saber…

-No te preocupes. Say no more …

-¿Quién es mejor?. ¿Liz o Natalie? -le consulté acerca de dos bellísimas y famosas actrices con quienes actuó.

-Je, je, je….

-Say me more, say me more …

-Es difícil: las dos son maravillosas, viejo -me dijo Jimmy, muy diplomático y risueño (menos mal, si me hubiese dicho “ricas” hubiera estropeado la conversa altiro…Se habría transformado en un flaite disfrazado de galán… Aunque hay galanes con pinta de flaites).

“¡¡Se nota que tuviste buen sexo con tu mujer anoche!!”.

Tras degustar un rico trago y fumarnos un par de cigarros, acudimos ambos algunos metros más allá. Era un poco difícil avanzar: hay gente sentada y en los pasillos: la mayoría fumando y tragando, todos conversando y una pareja, al fondo, está … Bueno, son las reglas del juego no sólo en el “House Rock & Country” sino que en el rock and roll y en la vida en general.

Barton conversaba con una chiquilla y, de un momento a otro, se produjo otro encuentro interesante. Esta vez se trataba de un hombre delgado, de más o menos 1.80 de estatura, joven, levemente melenudo y con patillas, cabellos castaños y ojos verdes de intensidad medio oriental y no precisamente tan británico.

-¡¡Hola Gonzalo!!… También me gusta como escribes, aunque me gustaría vivir en Nueva York.

-¡¡John, qué gusto verte!! -igual debo confesar que eso de “Nueva York” me llamó la atención. Bueno, era el joven Lennon: el de 1964, con 24 años a cuestas. No era el Lennon treintón, post Beatles, amante de Nueva York, perseguido por el gobierno de Nixon, activista neto, amante de la Yoko y el dedicado padre de Sean. No, en absoluto: era un Lennon chistoso, desenfadado, que no pensaba mucho lo que decía y que, en ese entonces, se vio obligado a pedir disculpas porque dijo que los Beatles eran más populares que Jesucristo.

-Que bien, Gonza. ¡¡Se nota que tuviste buen sexo con tu mujer anoche!!. Cuidado con las grapas. ¿Se te para o no se te para?. ¡¡Jajajajaj!!..Me encanto esa crítica tuya del otro día. Ed Sullivan, tal como dices, es un tipo tan chistoso. Eso del saludo de Elvis….¡¡Jajajaj, que sujeto, hueón!! -ese chilenismo, en todo caso, no lo tenía en el libreto de Lennon: apareció de repente. Hasta en eso se revelaba el muchachito.

-Acá en Chile hay un tipo muy parecido a Elvis. Se llama Luis Dimas. Y también hay un tipo parecido a Sullivan. Se llama don Francisco.

-Es sumamente interesante lo que dices.

-Francamente me gustaría presentártelos. ¿Te quedarás mucho tiempo acá?...

-Bueno, yo creo que sí. Estoy patiperreando…A lo mejor hay una fiesta grossa y unas minas por ahí.

-Te invito a jugar pool.

-Bueno, ¡¡siempre que no se te desencaje una bola!!, ¡¡jajajaj!!.

-Je, je…chistosito -yo pensaba que John era más parco cuando lanzaba tallas y, a su vez, pensaba que las tallas eran el doble de pesadas. Yo creo que él hasta pasaría por chileno, aunque las tallas sobre sexo son notablemente muy propias de la raza masculina en general.

Nosotros, ellos y los otros

Y en el salón de pool estaba Marillion: Derek (más conocido como “Fish”, de casi dos metros de asombrosa altura y humanidad), Steve, Pete, Mark e Ian muy concentrados. Derek, con una falda escocesa y un trago en la mano, tenía cara de estar ganando el juego. Era una situación muy especial porque, al margen de nosotros y ellos, estaban otros cinco muchachos que formaban su banda tributo en Chile; y, por si fuera poco, tenían la sala de ensayo al lado y la estaban ocupando.

Entonces, mientras unos jugaban otros hacían unas entretenidas jam sessions en la sala de ensayos; y viceversa: los unos dejaban de jugar y, los otros, de tocar, e intercambiaban roles.

Pete y White Melon hicieron una especie de competencia de quién tocaba mejor el característico sonido del bajo de “Chelsea Monday”. Pero los temas principales eran los de “Clutching ….” (obvio: ¿cómo hacerle la desconocida al disco que alude a este idílico lugar?).

Mientras Claudio Van Leer y Mark conversaban animadamente de sus destrezas como tecladistas sobre todo en “Incommunicado”, “Just for the Record”, “White Russian” y “The Last Straw”, olvidándose de que Emerson, Banks y Wakeman existen, Leopoldo Travolta y Steve se admiraban de la digitación de ambos al momento de intensificar la emocionante agudeza de la guitarra en “Hotel Hobbies” y Warm Wet Circles”, o bien de la delicadeza con que tocaban las cuerdas en “Sugar Mice”. Obviamente no dejaban cigarros descansando en el clavijero como Andy Summers ni ponían caras de malo como Slash.

Ian, mientras tanto, quedó admirado de lo estudioso que es Pablo Travolta, quien tocaba cada uno de los elementos de su vistosa batería exactamente igual como lo hace él en “Clutching …”. Derek, a su vez, estaba absolutamente impresionado por la capacidad vocal y el histrionismo de Max Walter, un estilo cruzado por lo mejor de Fish -el seudónimo de Derek- y lo mejor de Freddie Mercury, el cantante de Queen.

“Si se trata de compartir, viejo, ¡¡bienvenido!!”

-¡¡Gonzalo!!, ¿cómo estás?. Ven para acá, hombre. Por favor, te presentó a Pete -me gritó amablemente mi amigo White Melon. Yo veía que Pete, al igual que James Dean, era casi de mi estatura. Eso sí es bastante más melenudo que James, John y yo.

-Pete, te traigo un combinado…

-Si se trata de compartir, viejo, ¡¡bienvenido!!.

-¡Muy bien!. ¿Tú conoces a John?.

-Tenía 5 años cuando empecé a escucharte, John. “Come Togheter” es una maravilla. Hiciste lucir a Paul más que de costumbre -señaló Pete dirigiéndose a Lennon.

-¡¡Éstos sí que son mis dignos discípulos!!. ¡¡Salud, Pete!!. ¡¡No se les caen las bolas a ustedes!!, ¡¿eh?!. ¡¡Jajajaj!! -alzó una copa un exultante John.

-¡¡Salud muchachos!! -dijo White Melon-. ¡¡Vamos al escenario!!. ¡¡El show va a comenzar!!.

Tipos de verdad

Y volvimos a la parte del escenario. El público, que había abarrotado el “House, Rock & Country”, estaba eufórico. Quedar sordo allí era fácil. Y se instaló con sus instrumentos Marillion. Derek -con copete en mano- sonríe, saluda el público y empieza el vendaval de bromas y de cosas un poco más serias, como la música.

-Bueno, somos todos menores de 30 pero también somos mayores de edad; je, je…¡Salud! -dijo Dereck mientras simultáneamente algunos seguidores de la banda pedían “Grendel”, “Fugazi” o “Script for a Jester’s Tear”. Una joven pedía “Garden Party”, mientras su novio el susurraba al oído, “¡¡naaa, ese tema es ahí, no mah!!.

De pronto, casi de la nada, surgió la imponente presencia sonora de Marillion con “Slainthe Mhath”. ¿El resto?. Una generosa y notable muestra de talento donde los amigos de la banda tributo y Gisela zaparon (como dicen los argentinos) divirtiéndose.

-¡Barton!, menos mal que te encontré. ¿Y la muchacha?.

-No me digas nada: está comprometida…¡¡Oye!! -miraba Barton el escenario-. ¡¡Estos tipos son increíbles!!.

-No son tan populares como U2, pero son notables músicos.

-Pero éstos son de verdad -me expresaba Barton con una arrugada pero sincera frente-. Éstos son dignos personajes para alguna de mis inspiraciones literarias.

-¡Salud, entonces!.

-¡Salud!.

                                                                               *****
 
Tengo el honor de dejarles como cierre un clásico de Marillion de 1987:
 
 

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