The Mamas & The Papas y el chofer del Transantiago

EN TERCERA CLASE
Una curiosa pelea varió una lectura interesante. No fue una situación particularmente agradable, pero al menos sirvió para analizar, una vez más, la curiosa fauna santiaguina.
El miércoles reciente fue un día como tantos otros en la vuelta a casa. Como de costumbre el Transantiago es el ineludible -y también muy criticado- medio de transporte para aquella vuelta a mi hogar. En síntesis, algo normal, algo absolutamente cotidiano, nada del otro mundo. Eran cerca de las 19.15 horas.

Me subí a la micro e iba leyendo el tomo 2 de la enciclopedia del rock cuyos fascículos religiosamente junté hace 15 años. Leía muy entretenidamente la historia de The Mamas & The Papas. Quedé impresionado por la corta vida del popular grupo de la costa oeste de Estados Unidos, símbolo del hipismo en la segunda mitad de los años 60, las iras anti Vietnam y los excesos en nombre de la paz y del amor tan propios de mi querido rock and roll. ¡Notable grupo The Mamas & The Papas!.
Quedé igualmente impresionado, una vez más, por el gran reconocimiento al talento de John Phillips como compositor, la fría belleza de su mujer: Michelle Phillips; la holgada y malograda humanidad de Cass Elliot (Mama Cass), quien falleció atragantada; y la cara graciosa de Denny Doherty. Lamentablemente hoy sólo sobrevive Michelle.
De pronto, transcurridos unos minutos “desperté” abruptamente de mi lectura acerca del grupo norteamericano. El chofer paró en una intersección. “¿Frenará mal el tipo?”, me pregunté. Pocos segundos después escuché tímidos gemidos de asombro de parte de los pasajeros. Miré por la ventana y vi a dos tipos jóvenes, en la misma esquina, agarrándose a combo limpio.
Al principio, me pareció “tomadura de pelo” y “hueveo”, pero no lo fue cuando supe que uno de los protagonistas de la "mocha" era el conductor del bus y, el otro, un ciclista. ¿La razón?. Un toponcito. ¿Quién tuvo la culpa?. Da lo mismo. Sólo coincidamos en que un ciclista siempre sacará la peor parte en una situación de esa naturaleza.
"Simplemente muy huevón"
Un señor que estaba al lado mío, elegante y muy parecido al entrenador uruguayo Óscar Washington Tabárez, no disimuló la molestia que en el fondo todos teníamos. “Me cuida el maletín”, me dijo. “Por supuesto”, le respondí. El tipo acudió de inmediato a sacar del lugar al conductor y decirle que volviera. ¡Cordura al fin!
Aunque quizás a algunos y a algunas de los que estabán allí no debiese importarles demasiado, creo que el conductor debe mantener su fuente laboral (no tiene por qué perderla). Sin embargo, al menos, debiese haber alguna reconvención por parte de sus empleadores. No hay duda de que en el portal del Transantiago habrá más de algún reclamo. Entiendo que no sirven de mucho, pero sé que han llegado retos a los tipos responsables de la causa del reclamo, algo así como "ya sabe: compórtese como la gente".
No se necesita ser un experto para concluir que un test psicológico a los tipos que manejan diaria y regularmente vehículos como fuente de trabajo, revelaría varias sorpresas. Pero es sólo la punta del iceberg. Es evidente que el estrés y la “mala paga” son los principales problemas que tienen pegas de ese tipo.
En todo caso, por poner un ejemplo, si como conductor de automóvil por mi culpa casi mato a un ciclista, al menos caben para mí acciones como socorrerlo o pedirle disculpas. Que el afectado rechacé las disculpas es otro cuento. Ahora si la culpa la tuvo el ciclista, cabe casi lo mismo EMHO (En Mi Honesta Opinión).
Pero no te vas a poner a pelear a combo limpio en una situación como ésa. En el caso particular del “boxeador-chofer” a quien observamos ese día, la conclusión es una sola aunque suene muy estigmatizante, independientemente de lo “chorito” que haya sido el ciclista: “…hay que ser simplemente muy huevón para hacer lo que hizo”.
Tras continuar el "iluminado" conductor el recorrido, proseguí mi lectura con la historia de The Mamas & The Papas, notablemente más entretenida que la historia de The Velvet Underground, el grupo que hizo conocido al irreverente Lou Reed.

Para finalizar los dejo con un clásico del gran conjunto citado en la reciente narración:

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