Quizás intrascendentes, pero ciudadanos al fin y al cabo

EN TERCERA CLASE

Un viaje por el metro o por el Transantiago puede que no sea un gran viaje. No es precisamente turístico, pero dice mucho. Es cosa de ser observador.

“Esta custión (sic) se va a demorar. Se nota que hay más tráfico a esta hora”, dice un pasajero como cualquier otro del Transantiago, nuestro vilipendiado sistema de transporte público. Son las 7.30 AM. Es un día miércoles. Tomé la micro hace algunos minutos. Había varias micros en ese momento inicial que hacían fila. Como de costumbre: parecía todo programado y, como siempre, con gente tranquila y, otra, que reclama. Pero ya pasó: estoy en la micro.


De pronto veo un tipo en el umbral de los 60 años de edad teniendo un áspero diálogo con su hija treintona y aparentemente no tan soltera

-Tú deberías volver a tu departamento y resolver tus problemas. Yo ahora voy contigo en la micro y lo hago por ti -dice él, muy serio.

-Claro, como si fuera tan fácil. A mí nadie me regala la plata. Y más encima me deben -responde ella, muy molesta.

Algo más de la “raza humana”

El tema es difícil, pero algunos minutos después el hombre y su hija se ponen en la buena. Estoy leyendo el libro “Más allá del Cuarto Propio” de la periodista Eliana Cea sobre la neurosiquiatra de 97 años, Micha Lagos, curiosamente una gran observadora de las fortalezas y debilidades de la raza humana.

Me considero un ciudadano y, por tal motivo, me gusta observar y hablar cuando creo importante. No soy famoso. Tampoco tengo perfil para ello, ni fortuna, ni méritos muy llamativos para el resto de los ciudadanos, al igual que el resto de la gente que va en esta micro. Tanto es así que leo concentradamente pero no siempre.

-¿Usted toma siempre esta micro? -me pregunta una señora jubilada, a quien pocos minutos antes unos escolares le cedieron el asiento.

-Sí. Me demoro cerca de una hora en llegar a mi pega y una cantidad de tiempo similar para llegar a casa. ¿Y usted?

-También. Pero ahora voy al médico -me cuenta muy seria, como adivinando lo que yo pudiese preguntarle.

De pronto y casi de la nada, me empieza a hablar un tipo. Me relata que es ingeniero y que trabaja como jefe en una empresa contratista.

-Salgo tempranito para llegar bien: me tomo un café cuando llego y hago lo propio cuando vuelvo a casa -me dice sonriente el tipo, algo raro para un lugar tan frío como una micro (aunque necesario).

Las conversaciones suelen ser superficiales, aunque hay personas que de repente salen con el tema de los dividendos, el uso de la tarjetas de crédito (“unas muy convenientes, otras no tanto, fíjese”, cuentan algunos pasajeros muy convencidos), lo habilosos que son los hijos o los nietos (dependiendo del caso), lo mal o lo no tan bien que lo hecho el gobierno, el abuso de las empresas privadas, etcétera.

-Me considero trabajólico, no fanático. Optimista, pese a las contradicciones vitales de este mundo- me cuenta un profesor y con cara de sacrificio, como esos defensas que tienen que marcar al crack del momento en un partido de fútbol.

-Por eso me considero crítico de la clase política. Estoy a favor del pueblo - le respondo al docente.

-Yo pienso igual que tú -enfatiza él.

Al lado un tipo muy joven, de unos 28 años de edad y aparentemente técnico informático, habla por celular con un compañero de trabajo.

-Oye, dile al jefe que voy a instalar el decodificador a esa huevá que está al lado de la torre -dice el sujeto con mucha claridad.

Comentario al margen: la gente que revisa sus aparatos móviles parece poseída.

A pocos metros de distancia unas liceanas "cuchuchean".

-¡Ay!, si la Fanny no atinó nunca con el mino -susurra una.

-¿Y que querís?...Si el pololo estaba en la fiesta -le responde su amiga.

Gente muy particular

De pronto me encuentro con alguien bien particular. Sombrero tipo Indiana Jones, barba, chaqueta de cuero, jeans y unos mocasines llamativos lo caracterizan. Se trata de un tipo que le había cedido el asiento a una mujer embarazada.

-Soy un gozador de la vida pero no tan trasnochador ni convencional -me confiesa el tipo, quien me cuenta que es músico de una orquesta de cumbia.

-Yo soy muy casero, seguidor del rock y fundamentalmente progresivo: especialmente genesiano pero gran reconocedor del aporte "beatlesco" -le respondo.

Casi al lado, una pareja de universitarios "cabecean" estudiando.

-¿Tú creís que el profe ponga eso de cálculo en la prueba? -pregunta ella.

-No sé. Aunque, tú sabís, a lo mejor la suspenden. Recuerda que la federación se iba a sumar al paro y hay hartos cabros que están en esa parada -responde él.

Pero yo estaba en otra...

-¿Te gustan los Beatles? -Me pregunta el músico.

-Sí.

-A mí también -remata el músico.

-Bueno, también me gusta el cine y la música clásica.

-A mí también, aunque no soy fanático.

-Y, en el plano del amor, lo más importante, me considero un eterno enamorado de mi mujer y un gran amante para ella. Y amo a mi hija, je, je, je -le replico.

-Je, je. Me parece muy bien. Yo también amo a mi familia, pero no me considero un poeta como tú -me retruca el músico.

-¡Jajajaj!. No lo repitas.

En fin. En la micro las caras y las disposiciones no son las mejores, pero afortunadamente tampoco nadie es tan fanático de eso.

Para finalizar los dejo con un gran clásico de Los Jaivas: "Todos Juntos".

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