Rico el país

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EN TERCERA CLASE
No se trata de una canción inspirada en Claudio Narea, menos en Jorge Gonzàlez, pero sí de una reflexión surgida en mi lecho de enfermo. Los invito a compartirla.

Rara vez hablo de mí o de mi familia. Y me parece bien: mientras no haya motivos para "gritar demasiado", no veo razón alguna para que la intimidad o la privacidad sean publicables. Pero estoy en cama: un fuerte resfrío ha sido el detonante de un nuevo deseo de escribir y de poner de relieve mis emociones.


Hace algunos días fui testigo, una vez más, de los festejos de un aniversario en mi lugar de trabajo, con todas las alegres emociones que cada celebración significa (y sobre todo en una organización enorme, como lo es el Ministerio de Obras Públicas: el querido MOP). Allí. gracias a que el resfrío no me inmovilizaba del todo todavía, concentré parte importante de mis fuerzas en las competencias de baby fútbol. 

No jugué (claro) pero saqué hartas fotos y disfruté como Vialidad ganaba la competencia femenina, la DGA se quedaba con la Sénior Varones y, la DC y F, la serie Junior Varones. Pronto habrá notas al respecto.

Pero los días pasaron. Se avecinan las elecciones primarias. Para muchos son una peste; para otros tantos, algo innecesario; para mí, sumado entre varios tantos más (que no son los tantos que quisiéramos que realmente fueran), algo muy necesario. ¿Los puntos coincidentes? Es lo que hay, pero podría ser peor si nos quedamos de brazos cruzados...En fin: todo depende del cristal con que se miren las cosas (como reza el dicho).

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Otero y Watzlawick
¿Y el Transantiago? Lo mejor que tiene, sin duda, es la tarjeta BIP. De que ha tenido mejorías, las ha tenido, pero...¿el servicio?...¡Uhm! Ahí empiezan los "peros". Y no sólo del Transantiago: los "peros" son trasladables a otras áreas de interés para la gran masa denominada "ciudadanía".

Hace un par de días, junto a mi señora salíamos en nuestro automóvil del estacionamiento de un supermercado en San Pablo y, justo a la salida, se nos cruzó una micro vacía...Miento: iba con el chofer, aunque sospechamos que él y el tipo que "sapeaba" estaban "vacíos", al menos, en el plano de la sensibilidad.

Conversaban sin inmutarse. Les toqué fuerte la bocina. El "sapo" miró. Le hice un gesto airado con los brazos (¡¿Yyyy!? ¡¿Cuándo salimos?!)....Mi señora se molestó y les gritó muy fuerte con la ventana abajo: "¡¡Ya, pueh!!". Acuso recibo el "sapo", el chofer se demoro más de la cuenta y, finalmente, movió la micro. Pudimos partir.

Los "ases" de los twetts y los "feisbuqueos" se vuelan haciendo y deshaciendo "realidades" en las respectivas plataformas: ¿para qué?...La "realidad real" no está allí, tampoco necesariamente en los medios informativos (aunque algunos, más independientes, aciertan más que otros), sino que está en las poblaciones, en las calles repletas de personas que van a hacer diversos trámites, en los servicios de urgencia, en los almacenes de barrio, en las conversaciones de la señora Juanita con su vecina, en los colegios, en las universidades, en los hacinados servicios de transporte, etcétera. 

La "realidad real" (concepto de Paul Watzlawick, que conocí en la universidad gracias al profesor Edison Otero) es de gente de carne y hueso. ¿La otra? Es virtual, no real. En Facebook y en Twitter somos avatares: jugamos a ser, pero no necesariamente somos lo que proyectamos. El tema da para largo. 

Mi hija acaba de hacer un dibujo relacionado a cómo llego yo a mi trabajo. Y estuvo bastante acertada (¡qué emoción!): el recorrido es como un número cinco, pero al revés y con una rayita extra hacia abajo. Un cinco al revés que significa una hora y algo más de viaje. Esa es "realidad real".


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