¿Sabemos ocupar realmente las redes sociales?

EN TERCERA CLASE
No sabemos leer la realidad y nos esmeramos en ser pesados. Nos creemos el cuento de que la  estamos "rompiendo" y haciendo una gran contribución al mundo tangible cuando ocupamos Facebook o Twitter bajo ese paradigma. Pero no es así.

Las imágenes no son elementos estáticos. Las imágenes transmiten. Y así como transfieren un mensaje que nos genera una emoción y, por mucho que ésta sea neta e intrínsecamente un aspecto subjetivo, no es algo para menospreciar y, dependiendo de la relevancia, debemos considerarlo y hasta analizarlo.


En la mañana de este miércoles 31 esperaba, como de costumbre en la Ciudad Satélite de Maipú, la micro frente a un colegio (no diré el nombre para no hacer propagando ni, por el contrario, para estigmatizar) cuando un vecino, quien también esperaba la locomoción, le confiesa a una amiga: “¡ese niño es bien pesado! Bueno, es como la mayoría de los chilenos”. Hubo risas nerviosas (típico de la mañana al esperar la micro).

Curiosamente se refería a un menor, con cara de engreído y poco amigo, quien aparece en la fotografía de un letrero grande y colorido del colegio referido y cuyo mensaje no se condice con la expresión facial del niño: “Éste es mi colegio y me gusta”, sostiene el mensaje, con el agregado de una serie de loas acerca del valor de la educación. La graciosa reflexión de mi vecino coincidía con mi forma de pensar al respecto. Además se trataba de algo que yo había observado hace varios meses y, aunque no lo había conversado con alguien, creo que todos estarían de acuerdo con nosotros.

Una mala fama que nos hemos ganado
Y pienso que es un poco la fama que nos hemos ganado en los últimos años. Un amigo que vive en Chile y que estuvo viviendo en Venezuela durante muchos años, me dijo un día: “veo en el Transantiago, en el Metro y en la calle en general expresiones poco amables, poco felices y, lo que es peor, asustadas”.

Y es lo que veo también en Twitter y en Facebook. Creo que las dos herramientas digitales son muy buenas desde el punto de vista de las variantes comunicacionales que nos ofrecen: desde las casi inocentes galerías fotográficas hasta la posibilidad de generar verdaderas campañas, entre diversas alternativas. Sin embargo, son tan mal utilizadas regularmente que toda acción altruista o que logré contribuir a los usuarios receptores, al menos desde la perspectiva intelectual, se diluye con la estupidización en la que ha caído Internet.

Miles de usuarios famosos, no tan famosos y los ignotos compiten en Facebook y, sobre todo, en Twitter por ser el comentarista más ácido e irónico. Eso no tiene nada malo en la medida que se haga con cierto margen de respeto, se evite la grosería por el sólo hecho de pronunciarla y, por último, se apoye con un argumento bien fundamentado. Pero, lamentablemente, varios de estos miles de usuarios famosos, no tan famosos y los ignotos traspasan el límite del respeto, cayendo en el análisis burdo, la grosería, la arrogancia y la soberbia casi por deporte y, para peor, lejos de ser generosos a la hora de fundamentar una posición.

Pero no nos extrañemos. Quizás, tal como lo señaló mi vecino, “así somos los chilenos”. Es nuestra radiografía actual.


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