Clásico: estadísticas, bobadas y sólo lo cierto

"U" v/s Colo Colo
relatorpopular.com
DESDE EL CÓRNER
Para un partido historiado la mesura refresca la memoria, facilita palabras y permite llegar a algo parecido a la justicia.

Días atrás un hincha de Universidad de Chile, sin el menor asomo de fanfarronería (esta última palabra tan atribuible a muchos seguidores del fútbol) me comentó que veía el clásico venidero con Colo Colo muy complicado y con visos de transformarse en victoria alba. Sensato (y, sin duda, visionario).


Tan sensato fue él como suele ser el entrenador de la "U", el uruguayo Martín Lasarte, al referirse a lo satisfactorio y lo crudo que tiene el deporte rey. Y ayer no fue la excepción tras el débil desempeño de su equipo en la derrota durante el clásico ante la escuadra del Cacique (0x2). No hay adornos en sus palabras.

Tampoco hay adornos en las palabras posteriores al clásico de Héctor Tapia, entrenador de los albos. Si bien es cierto, el adiestrador colocolino se caracteriza por cierta repetitividad de ideas y algunos lugares comunes ("calidad", "jerarquía"), tras el importante juego de este domingo 19 ya a nadie le cabe duda alguna que confía plenamente en sus jugadores. Confianza.

Resultado, verdades y semi verdades

El resumen de esos sentires y las verdades de cada uno tienen que ver con un resultado, que a la larga es lo que prima. En un partido netamente estratégico, casi como un juego de ajedrez, la cosa se resolvió mediante una genialidad, objetivo primero posteriormente respaldado con la desesperación del equipo que fue víctima de aquella genialidad, aspecto traducido en cierta falta de reacción coherente y dos expulsiones. Así de simple. 

En síntesis bastaron un par de jugadas puntuales en un partido muy apretado para que las resoluciones respectivas (los goles de Paredes y Beausejour) premiaran a la apuesta que propuso versus aquella que espero. No se trata de señalar que un manera de jugar es más válida que la otra. A veces la forma de juego más conservadora es la que se impone. No tiene por qué siempre ocurrir lo mismo.

En lo que concierne a la proyección, el equipo perdedor sigue puntero pero las distancias se acortan en relación al subpuntero, el equipo ganador: 28 unidades contra 26.

Por lo tanto, la "U", en la vigencia legítima de su sueño de salir campeón, deberá mantener su ventaja en las fechas restantes para lograr tal objetivo; y, Colo Colo, seguir ganando con la esperanza de que la "U" ceda terreno, requisito para que el cacique pueda pasar adelante en la tabla de posiciones y consiga su segundo título en un año. 

Efectismo estadístico y levedad del mismo

Paredes
elgraficochile.cl
A la prensa deportiva, no obstante, le da lo mismo la sensatez y la confianza de algunos. A lo mejor a los más intelectuales les interesa más la estrategia, pero abunda cierta pereza que acude a lo fácil y a lo que aparece una y otra vez: la estadística (debo reconocer que el papel e Internet resisten mucho al respecto). 

Dicho de otro modo, la prensa deportiva busca adornar las circunstancias apelando a los números de modo efectista: 13 años de paternidad de Colo Colo sobre la "U" en el estadio del primer club mencionado y el hecho de que, en un reportaje sobre los clásicos del fútbol a nivel mundial, el de albos y azules haya sido mencionado como el más disparejo de todos (con amplia ventaja para el club popular, considerando 76 años de historia).

Lo anterior no sólo es factible de contradecir, sino que leve. De hecho, la "U" jugando de local ante Colo Colo tiene una supremacía sobre éste aunque no tan abrumadora como la del cacique sobre el chuncho en Monumental. En el Nacional, los azules no sólo ganaron cuatro clásicos seguidos, sino que lograron que sus oponentes se comieran en los mismos cotejos 14 goles (entre ellos, los del famoso 5 a 0). ¿Por qué es leve la estadística? Bastó con autogol de Cereceda en el partido posterior para que los números se cayeran. ¿Pudo ocurrir el domingo? Si el esquema le hubiese funcionado a la "U", sí.

Pero eso es sólo estadística. Es bastante ridículo pensar que los futbolistas de uno y otro equipo son los mismos que han jugado durante 13 años los clásicos y que también son sus clones aquéllos que protagonizaron durante los 63 años precedentes partidos similares. 

Quizás esto es entretenido y atractivo desde el punto de vista comercial (ventas de entradas y de diarios en los quioscos, mayor cantidad de visitas a las páginas web de los medios informativos y más abonados al Canal del Fútbol, por ejemplo), pero la única estadística válida es la reciente, no aquélla que busca que el balompié sea visto como si los pleitos tuvieran la facultad de convertirse en "gestas heroicas" o en "epopeyas". ¡Esto es fútbol y punto!

La "grasa" de los opinantes

¿Qué ocurre con lo demás? Afortunadamente los dimes y diretes de varios protagonistas de los clásicos, tanto en la previa, como durante o después de cada lance, ya no tienen el ridículo peso con tinte de escándalo que los caracterizaba hasta hace sólo algunos años (maña también alimentada por la prensa).

Como que la mesura ha recuperado la esencia que tenían estos duelos hasta hace unos 25 ó 30 años atrás: el espíritu deportivo. Las excepciones siguen manifestándose en algunos jugadores que, a veces, suelen pasarse de revoluciones. 

En el mismo sentido, la mayoría de los hinchas de verdad también lo han entendido. Lástima que no ocurra lo mismo con otros individuos que dicen llamarse hinchas. Ya es una costumbre esta tendencia a marcar territorio en muchas comunas, sobre todo de sectores populares: como si la voluntad de los vecinos fuera la suya propia y la ley se resolviera producto de las mezquindades provocadas por los colores de un par de clubes deportivos. ¡Qué tenebroso!

Por lamentable añadidura, con ocasión de los clásicos este espíritu enfermantemente dogmático, discriminador y sectarista, se ha tomado, por ejemplo, las micros del Transantiago, los vagones de El Metro, las calles del centro de Santiago y los sectores aledaños a los recintos donde se juegan regularmente los partidos de los equipos grandes: verdaderas hordas de pseudohinchas secuestran durante algunas horas la tranquilidad del resto de los ciudadanos, haciendo gala de malas costumbres, "gritos de guerra" y groserías.

Por desgracia, el feo espectáculo ya secuestró hace un par de décadas las galerías de los estadios cuando juegan estos clubes, lo que ha repercutido en abominables imitaciones sobre todo en algunas regiones.

Al unísono del título del presente texto, lo referido resume lo cierto, las estadísticas y las bobadas en relación al último clásico del fútbol chileno.  

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