Osvaldo Soriano: "Artistas, locos y criminales", de todo un poco y atrayente

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La publicación del recordado escritor argentino se transformó en un clásico justamente por ser más que un conjunto de relatos.

Mencionar el nombre Osvaldo Soriano equivale no sólo a recordar a un escritor de renombre en Argentina, América Latina y el mundo, sino también a una pluma privilegiada que cruza los aspectos que distinguen al periodismo de otras formas de narración, como modo de relato referido a hechos para constituirse en novela con todos los ingredientes que la enriquecen y logran generar interés. 


Es como el igualmente recordado Truman Capote, quien logró la atención de las masas con "A sangre fría". Pero el estadounidense es a Van Gogh lo que Soriano es a Renoir (por decirlo de alguna manera).

Si por "novela" se entiende "un conjunto de acontecimientos de ficción que parecen vida real o viceversa", la historia de alguien puede ser fome observada como un conjunto de hechos, pero generar mucha atención e incluso entretener, al ser contada de una manera que le dé mayor dinamismo a la solitaria descripción de acontecimientos.Tanto Capote como Soriano, entre otros, pusieron todo su talento en el escenario descrito.

Soriano -nacido en Mar del Plata en 1943 y fallecido en Buenos Aires en 1997- destacó por una carrera literaria que nos dejó legados como "Triste, solitario y final" (1973), "Cuarteles de Invierno" (1981) y "No habrá más penas ni olvido" (1983), entre otros. "Artistas, locos y criminales", la publicación a la que se dedican estas líneas, es de 1984 aunque se trata de un conjunto de artículos escritos entre 1972 y 1974, tiempos en que Soriano deslumbraba como redactor en el diario "La Opinión", que dirigía Jacobo Timerman. Tal como se señala en la tapa del libro, "una época especialmente fecunda del periodismo argentino".

En "Artistas, locos y criminales" Soriano nos hace deambular por la historia, con puntos brillantes y final triste, de una de las más notables duplas cómicas de todos los tiempos en el cine: Stan Laurel y Oliver Hardy, universalmente conocidos como "el gordo y el flaco" o, simplemente, Laurel y Hardy. Conmueve mucho la parte en que el gordo (Ollie), ya en el ocaso de su carrera, va a la casa de John Wayne a pedirle un papel. Tampoco deja indiferente la revelación acerca de la enorme influencia del flaco (Stan):el hecho de haber sido suplente de Chaplin y maestro de Dick Van Dyke, Jerry Lewis y Danny Kaye.

Igualmente llama la atención el relato acerca de Carlos Eduardo Robledo Puch, un hombre con condiciones materiales en su entorno, y de paso el mismo entorno, aparentemente favorables para desarrollar no sólo una vida sin sobresaltos sino que también para sobresalir entre sus pares. No obstante, el tipo se transforma en un asesino de marca mayor.

No menos atrayente es la historia del emprendedor suizo que se hace "la América" en Estados Unidos, una experiencia vital que, como diría Rubén Blades, deparó sorpresas en un sentido muy inesperado. Una mención muy especial vale para la historia de dos viejos cracks de San Lorenzo de Almagro, que fundaron al club y se transformaron en leyendas del fútbol argentino pese a vivir ambos en una sobrecogedora modestia en sus años de madurez más añosa: Francisco Xarau y Juan Giannella.

Tan interesante estos "retratos" de vida como los del astro uruguayo del balompié, Obdulio Varela, referente del Maracanazo del 50, ya referido en diversas publicaciones y artículos sobre fútbol. Todo lo mencionado revela la variada riqueza de "Artistas, locos y criminales", que evidentemente no sólo tiene estas historias, sino muchísimo más.

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