Los palitos

Palos de maqueta
Sitio Distri Kayser
EN TERCERA CLASE

...o la historia sobre un muchacho que, probablemente, hasta con fósforos, palos de helado y pegamento, era capaz de producir toda una pequeña mansión.

Debe haber sido en séptimo o en octavo básicos, es decir por el 85 ó el 86 (calma, calma, que "no panda el cúnico", que ni al Chapulín Colorado se le arruga el carné y a nosotros tampoco). Mardoñal se llamaba la calle (y se llama), cerquita del Jumbo pretérito y de un agonizante y enooorme sitio eriazo (como si se tratara de "Volver al futuro", hoy existe un mall allí).


Permítanme omitir los sobrenombres, porque si los pusiera daría origen a una controversia, chistosa y todo, pero controversia al fin. Mauricio y Sergio estaban decididos. Yo también, aunque era algo más tímido pa' ciertas cosas ("mejor no hablarlas", me hubiese sugerido Luca Prodan.

Nuestra predilección por entonces era aplanar calles, revolverla un poco, hablar de mujeres lindas y hacerles "visitas relámpagos" a algunas. No sé si alguien desclasificó lo que señalé, pero si tengo el honor de ser el primero, tengan la seguridad de que no se trata de un placer culpable, sino de un privilegio. 

Santiago chiquitito
Ese día decidimos romper esta suerte de tradición y visitamos a Marco Antonio. Sus padres, muy amorosos (en esa época hubiese sido raro que algunos de estos escolares varones hubiera usado ese adjetivo) nos reciben en su hermosa casa, a poquitas cuadras de avenidas Padre Hurtado y Kennedy.

El sonriente, juguetón y dicharachero Marco nos recibe en su dormitorio. Nosotros sabíamos de su afición por las maquetas y, por ende, la colección de palitos, claramente el material clave. Recuerdo que sacaba muy buenas notas en el rubro ("será un ingeniero, dice el abuelo. Un gran arquitecto, sería perfecto...", cantaba Pancho Puelma por aquel entonces). 

En efecto, nos reímos cuando vimos que Marco tenía un rincón con sus obras de arte: unas verdaderas edificaciones con el resto de sus componentes en miniatura. Allí perfectamente pudieron estar el Maracaná, el Palacio de Buckingham o alguna pirámide egipcia hasta con réplicas humanas a escala menor. 

No fue una risa burlesca la nuestra (de hecho fue recibida con total naturalidad por el anfitrión). Claro, cada vez que nos acordábamos de él sin la presencia de él, nos acordábamos de los palitos...
Y parecía entretenido. Yo creo que por entonces hasta con fósforos, palos de helado y pegamento, nuestro compañero de la Escuela Antártica Chilena era capaz de producir toda una pequeña mansión.


Paseo Ahumada "5.0" y más
Creo que si Lagos hubiese querido finalizar su sueño de Plaza de la Ciudadanía, tal como se lo propuso hacia el 2000 (con un manso edificio al final del Paseo Bulnes y una especie de Paseo Ahumada "5.0"), habría tenido en nuestro genio una propuesta imaginativa y hasta más económica para el Fisco. 

Yo creo que así hasta Lavín le habría ganado el quien vive a De la Maza con el Boulevard de la estación del Metro Escuela Militar...En fin.

Mauricio, Sergio y yo mirábamos sorprendidos la perfección (o casi perfección: "lo perfecto es lo enemigo de lo bueno", dicen) del conjunto de palitos pegoteados articuladamente ..o, simplemente, maquetas.

Mientras tanto, como suele ocurrir con quienes no han pasado el umbral de la mitad del tercio de siglo, las tallas iban y venían, las anécdotas sobre los profes, sobre alguna ridícula situación que nos ocurrió en la sala de clase o sobre quienes de las niñas nos llamaba la atención. Por cierto la conversación era igualmente tan imaginativa como ...aquellos palitos.

¡Salud por esos recuerdos!


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