Mauricio Matamoros: “Programa de Inspectores da un sentido de pertenencia grande”

MOPENSES
Ingeniero civil fue mejor alumno de versión 2016 de iniciativa de Academia de Obras Públicas.

Con esta entrevista no pretendemos cerrar un círculo pero sí saldar una deuda que se había extendido desde los inicios de la Academia de Obras Públicas Presidente José Manuel Balmaceda: entrevistar al mejor alumno del Programa de Inspectores Fiscales. Esta iniciativa se ha desarrollado anualmente desde 2009 y hasta la fecha cuenta con centenares de funcionarios/as aprobados.

El alumno más destacado del programa 2016 fue Mauricio Matamoros Leal, quien ha hecho carrera en el Ministerio de Obras Públicas, específicamente en la Dirección de Aeropuertos (DAP), desde 2002, y es en esta ocasión nuestro entrevistado. Ingeniero civil de obras civiles de la Universidad de Santiago -soltero, una hija- partió en funciones de apoyo al Director Nacional en la DAP. Hizo allí presentaciones digitales e informes alrededor de un año, antes de partir al sur para ejercer como inspector fiscal de una obra.

Antes de la erupción del volcán Chaitén, estuvo en esa zona a cargo de los trabajos de infraestructura que tuvieron lugar en tres aeródromos. También fue Director Regional de la misma repartición en Antofagasta y ocupó el mismo puesto en Isla de Pascua. Luego tuvo un breve paso por Copiapó y, tras cartón, lo mandaron a Iquique para ser Director Regional en Tarapacá, cargo en el que estuvo en el período 2006-2010.

Eso sí hubo un paréntesis: hizo un master en aeropuertos tras obtener una beca que entregaba un organismo español. Tras ese importante impulso académico y profesional, volvió a Iquique y, posteriormente, se hizo cargo de una obra grandota en Isla de Pascua: el aeródromo de la ínsula. De ahí Chaitén saltó de nuevo al horizonte de Mauricio, con la construcción de un nuevo aeródromo. “Esto fue porque tenía cierto cariño por Chaitén, donde tuve mi primera pega como inspector fuera de Santiago”, precisa nuestro entrevistado, a quien sucedieron en esta línea de tiempo nuevas labores de inspección, como la del aeródromo de Peldehue.

Próximo a liderar la Unidad de Conservación, Matamoros fue distinguido como mejor alumno del citado programa de la Academia en el acto de certificación realizado en marzo reciente y donde pronunció un emotivo discurso, oportunidad en la que dirigió palabras de agradecimiento y elogio a nuestro ministerio y a la entidad organizadora del curso por la labor que desarrollan, como también parabienes dirigidos a sus propios compañeros/as de clases.  

-Más allá del halago de haber tenido esta importante distinción, en tu discurso, a nombre de tus compañeros, hubo una mención al “deber ser MOP” o, si se quiere llamar, al “estilo MOP”. A tu juicio, ¿el Programa de Inspectores Fiscales ayuda a fomentar esta percepción en el MOP?
-Totalmente. Principalmente este programa, con 12 ó 13 módulos, pasa por todo: legislación, medio ambiente, territorio, controles de calidad que deben tener las obras, por ejemplo; te unifica el lenguaje MOP y te da un sentido de pertenencia grande. Yo he estado por varios cursos parecidos, pero éste da un sentido, un orden. Dicho de otro modo, te sistematiza los conocimientos y te entrega nuevos conocimientos. Además tú generas un lazo con gente de otras direcciones del MOP, entonces el sentido de pertenencia es más grande también.

-¿Cuál es la mayor contribución de este tipo de iniciativas en el MOP?
-La unificación del lenguaje y los conceptos de los que participan: hay muchas cosas que se hacen comunes, se nivelan. Qué se entiende por licitación o participación ciudadana, por ejemplo. Eso se nota en los debates que se generan en las clases. El académico te habla de un concepto, pero las opiniones pueden ser distintas: yo puedo entender que la función pública es una cosa y, otra persona, otra, pero en ese debate se genera un consenso al final. 

-Y, desde el punto de vista de tu especialidad, ¿cuáles fueron los principales aportes del curso?
-Sistematizar conocimientos: ordenar los que tenía pero no los tenía tan claros y entregarme pautas para desarrollarlos y aplicarlos. Por ejemplo, en terreno me di cuenta que podría haber hecho de otra manera cosas que hiciste por instinto, que había métodos muchos más efectivos y, no sólo por el profesor, sino por los compañeros de clase. El nivel de interacción es tremendo y creo que es lo más valioso.

-Desde tu punto de vista, ¿de qué forma los funcionarios y funcionarias del MOP deben valorar el rol de una entidad como la Academia de Obras Públicas?
-El MOP entrega obras, a cargo de éstas hay inspectores fiscales y para la gente tienen que quedar bien hechas. Hay allí un primera línea que es la del inspector fiscal. Pero en el MOP no sólo hay eso, sino un equipo detrás donde hay auditores, periodistas, especialistas en finanzas y, en general, personal de todas las áreas, que no necesariamente están metidos en terreno viendo las obras. Creo que conocer la labor del inspector ayuda a que la cosa fluya y que el lenguaje, si no es el regularmente el mismo para todos, funcione mejor una vez conocido por todos. Esto, y claramente mucho más, constituye el valor de la Academia: una obra para la comunidad pero que involucra todos sus aspectos, no sólo lo físico sino que también lo humano.

En otras palabras, se trata de un lenguaje común para todos, donde quienes no son inspectores fiscales tienen una base para comunicarse acerca de las obras MOP con quienes son especialistas pero también con otras personas.

-¿Cuál sería tu mensaje para los actuales y futuros alumnos y alumnas del Programa de Inspectores Fiscales? 
-Que le saquen provecho plenamente. Es súper exigente, no es difícil. Todo el mundo puede aprobar, el tema está en sacarle provecho, estudiando lo que aportan los académicos del programa, que es súper valioso: si tu no vas al clase, pierdes el 50% del contenido. Esta instancia es tremenda para hacer mejor las cosas. Y el MOP es saber como la obra llega a la gente. Humanistas, empáticos, la Academia es un punto de encuentro para hacer mejores obras.

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