Cuento corto: "noche y rock"

"Abrazo de amor" de la pintora Lidia Wylangowska
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SEXUAL DELICADEZA
Horacio cree que está solo, que ya nadie trabaja en las oficinas de la editorial. Son las 7 PM. Sentado en su escritorio trata de armarse mentalmente para finalizar casi un verdadero rompecabezas: un inventario que le pidió su jefe con urgencia para mañana. Está naturalmente ansioso.

Graciela cree lo mismo: que se encuentra sola. Y no puede notar que Horacio está en la oficina del lado (¡en la mismísima imprenta!). Ella se siente igualmente urgida: está organizando un lanzamiento, pedido por el mismo jefe algunas semanas antes, y que también es para mañana. Sabe que va a salir bien, pero se inquieta con el paso de las horas y no poder terminar de afinar un libreto que tiene considerado para la ocasión. Ademas quiere ponerse un vestido ideal para la circunstancia: será algo así como la maestra de ceremonia.

De pronto a Horacio se le descarga la batería de su notebook y se da cuenta que el cable respectivo no funciona. Empieza a mirar si hay uno parecido alrededor y recorre las dependencias contiguas dentro del mismo conjunto de oficinas que son propiedad de la editorial.

y descubre que está Graciela, quien con audífonos en los oídos salta del susto y del asiento al ver a Horacio.

-Perdona. No sabía que estabas acá -explica él con cara culposa.

-Sí, yo tampoco sabía que tú estabas -enfatiza sonriente ella.

No son amigos. Pero hay buena onda. Tras la correspondiente explicación de Horacio, Graciela le presta un cable al joven.

Pasa una hora. Son cerca de las 9 y media PM. Los trabajos avanzan pese al nerviosisno natural que involucra hacerlos perfectos, sobre todo para dos muchachos, cada uno de los cuales no pasa el cuarto de siglo vital.

De pronto a Graciela le ocurre algo casi parecido a lo que le pasó a Horacio una hora antes: se había producido una descarga, pero no de su computador, sino de su celular. Ella se inquieta el doble, porque mantenía una conversación por Whatsapp con su mamá. 

Pero afortunadamente está Horacio, quien la recibe en su pequeña oficina (muy parecida a la de ella), él escucha la inquietud de la joven y le presta su cargador.

-Espero que esta repentina interrupción no te haya desconcentrado. Sé que es una tarea delicada la que haces -sostiene Graciela, quien pese a la seriedad de sus palabras, se muestra sonriente y se toma el pelo.

-Al contrario...somos parte del mismo equipo -responde Horacio, más sonriente que un rato atrás, aunque algo dubitativo.

Ambos vuelven a sus espacios laborales propios, pero saben que hay onda entre ellos y algo más... Y, en el plano físico, quizás también: no es que Horacio sea Cristiano Ronaldo o Cristián de la Fuente, pero no anda tan lejos. Graciela es una versión algo más menuda de Scarlett Johansson, aunque con ojos café y cabello castaño, rizado y ni largo ni corto.

Ya son cerca de las 11:30 PM, los avances son evidentes, las dudas se aclaran junto con el notebook y el celular, que hasta funcionan muy inspirados. 

En la pequeña oficina de Graciela la radio está prendida y Chayanne es quien domina la escena. Pese a lo tarde, como es verano la temperatura es bastante agradable y, la ropa, lo suficientemente cómoda (tanto como la situación presente).

De pronto aparece Horacio y Graciela se sorprende, aunque gratamente.

-Terminé...¿Y tú? -pregunta Horacio, ya a esa altura con más seguridad.

-Casi -responde Graciela, con una sonrisa que revela inseguridad, aunque muy leve.

-¿Mucho?

-No. Es sólo una línea.

Se ríen tan fuerte que es como si hubiesen escuchado el último gran chiste de la ciudad. No corren riesgo alguno de escándalo: no hay cámaras, ni alarmas ni extraños merodeando (el dueño de la imprenta nunca ha invertido en seguridad).

La balada da paso al rock
Los dos saben que quieren darse una tregua. Él va a comprar una pizza y cervezas. Es casi como si saliera de su casa y volviera a ella como si nada: el guardia en su pequeña caseta ve, semi dormido, "Un mundo perfecto" de Clint Eastwood. 

La provisión es perfecta en número y calidad. Las miradas también. Entran en confianza. Las palabras casi sobran. Horacio cambia la música de la radio: Miguel Bosé le cede el paso a Led Zeppelin y, luego, a Deep Purple.

La muralla sonora inspira al ritmo de "Going to California" y, luego, de "Child in time".  Hay un sofá de abundante y acolchonada presencia. El piso es alfombrado. La ropa está toda en el suelo. 

El resto es pura energía rockera. Las manos de él, con la bendita venia de ella, recorre el desnudo y delicado cuerpo femenino como quien tocara las montañas con la mano. Ella, a su vez, recibe las caricias como quien está sediento.

Aunque suene obvio decirlo es una cantidad de energía impresionante. De pronto irrumpe "Bring on the night", pero no en la versión original de The Police, sino en aquella que interpretara Sting en el disco en vivo que tiene el mismo nombre del tema.

Saben que tienen "licencia" para quedarse hasta más tarde. Saben que llegó la noche y que sin cámaras, alarmas o extraños merodeando, sólo las murallas y los muebles son testigos, y que la noche está presente en su más dulce forma.

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