Cuento corto: Letras, cóctel y energías (segunda parte)

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SEXUAL DELICADEZA
Andrés y Purísima se habían conocido en el lanzamiento de un libro (ver PRIMERA PARTE), motivo que también generó de alguna manera el interés y el acercamiento entre ambos: algo parecido a una amistad por sintonía intelectual. 

Tras escarceos varios tanto de él como de ella, finalizado el evento ambos van caminando las 10 cuadras que separan el lugar al que acudieron recién y la casa del muchacho. Y Andrés cumple su palabra: finalmente comparten un café en un pequeño local al lado de una plaza.

Como estaba todo a precio módico agregan a lo solicitado un par de trozos de pie de limón. Allí el libro fue el tema central. 


-Me agrada el autor: habla sobre la resiliencia, la psicología positiva y la inteligencia emocional -comenta ella.

-A mí también me atraen esos temas. Por eso estuve –responde Andrés.

-¿Estudias psicología? –pregunta la chica.

-Sí…¿Tú también? –retruca y pregunta el joven.

-No. Pero me hubiese gustado. Estoy estudiando periodismo –responde Purísima.

Los muchachos charlan media hora acerca de lo importante que es el esfuerzo para lograr cosas importante en la vida, pero también de la actitud en relación al mismo tema.

-Es curioso, pero siempre tuve la corazonada que ese libro sería mío... Pero, como reza el dicho, “en casa de herrero, cuchillo de palo” -enfatiza Andrés. Las risas no se hicieron esperar.

-Sí. Afortunadamente estaba mi tarjeta de débito y pude comprártelo –recuerda ella.

-Y te lo agradezco nuevamente -sostiene él.

Sus miradas quedan retenidas entre ellos. Sus caras son el punto de atención. Hay atracción evidente aunque hayan diferencias físicas: él mide cerca de un metro 90, aunque tiene más físico de maratonista que de basquetbolista. Ella mide un metro 55. Le atrae la barba de Andrés, la que sin ser larga le da un perfil intelectual al igual que los anteojos. A él le atrae de ella el pelo largo al estilo de la cantante Daniela Romo, aunque con chasquilla más abundante.

De fondo se escucha  “Fools Overture” de Supertramp. El joven de la caja había puesto un cidí en su minicomponente: se trata del disco “Even in the Quietest  Moments”, perteneciente a la misma famosa banda británica, liderada por Roger Hodgson.

Pagada la cuenta, caminan directo a la plaza, cuyo nombre recuerda a un enorme país de América. Todavía hay gente, pero menos que en la tarde porque ya es de noche. Allí Purísima le hace una confesión clave a Andrés.

-Te pareceré gracioso, pero me encantó el gesto que tuviste con la empanada –revela la chica. Andrés queda con cara de dulce interrogante.

-Me refiero a que la sacaste de la bandeja con una servilleta y muy delicadamente. Lo encontré muy lindo –agrega Purísima, con una sonrisa que revelaba una sensible emoción.

-Lo hice porque me nació –atina a decir Andrés.

Acto seguido, se detienen frente a un banco y se sientan. Pero no hay ansiedad: entre una situación y la otra pasa un minuto eterno. Una vez sentados se juntan bien. También se juntan las manos a la altura de los muslos. Él le toma la cabecita a ella y la pone con suavidad a la altura de su pecho (no está de más recordar que él es muy alto y además de tronco largo). Las palabras se tornan escasas y, quizás, innecesarias; la energía del amor inunda los cuerpos y el sentido de la miradas. 

Si bien es cierto es tarde, a esta altura da lo mismo si los muchachos regresan a casa. A esta altura ya son uno solo.

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