El gimnasio

Niños haciendo gimnasia
Sitio Juguetes de Madera
EN TERCERA CLASE
Aquella parte de la escuela tenía sus particularidades. Tiene que ver con la niñez y semi adolescencia en plenos años 80. 

Una de las primeras cosas que me llamaron la atención de la escuela donde estudié: Antártica Chilena, de Vitacura, fue el "gimnasio". Pongo la palabra entre comillas porque en realidad no era un gimnasio en el estricto sentido: era algo así como el comedor-cocina del colegio. Ingeniosamente dispusieron unas bancas largas y suficiente espacio para que los niñitos hicieran educación física en el invierno.

Cuando estaba recién en kinder, Ismael, compañero de la generación que salió el 86 (del octavo "B"), se "chorió" conmigo porque, al asomar nuestras caras por el gimnasio para ver como los niños más grandes hacían ejercicios, hice algún ruido extraño.

Unos años después construyeron un techo enorme sobre una superficie pavimentada, a veces ocupada como multicancha y donde hacían los actos oficiales. "Y, a veces en el invierno con temporal y viento fuerte, las planchas se volaban", recordó Cristián, quien formó parte del mismo octavo B, al igual que yo. 

Sin duda alguna aquel cobertizo, cuyo estilo arquitectónico se asimilaba a una especie de estación Mapocho, aunque de menor envergadura, complementaba aquello que le faltaba al gimnasio: mayor espacio y la factibilidad de usarlo en los meses de mayor temperatura, dada la sombra inevitable de la infraestructura techada.

Lo más curioso de todo es que, a pesar de que le llamaban "gimnasio", no recuerdo haber hecho gimnasia allí. Claro, si sé que a veces había ensayo de folclor, o ballet, o reuniones de profesores o, simplemente, espacio para el desayuno o el almuerzo de los menores.

La leche y las galletas que servían en el "gimnasio- comedor-cocina" eran largamente esperadas por los niños aunque no a todos les gustaba. Convendrá decir allí que algunos traían colación, otros tenían la suerte de tomar desayuno y almuerzo en su casa (porque vivían cerca de la escuela) y, por último, que en cosa de gustos no hay nada escrito.

"Fase transicional"
Eran los tiempos de los bolsones de cuero cuyos colores disponibles solían ser en mayor proporción salmón, crema o café, algunos más pesaditos y rígidos. Por entonces, las sillas y los bancos rara vez los renovaban, así como la infraestructura de los baños. Al igual que otras entidades públicas, la escuela irradiaba modestia. No debemos olvidar que quienes fuimos los noveles protagonistas de entonces formamos parte de la generación que le tocó la "fase transicional", en que la educación fiscal empezaba a teñirse completamente de municipal. 

En síntesis, fui parte de la época en que este emblemático establecimiento educacional de Vitacura dejaba de ser parte de los últimos vestigios de clase media con todos sus matices (incluso aquellos de "peldaños sociales" algo más sencillos) circundante en la precordillera nororiental de la Región Metropolitana, para transformarse en un colegio de alto estándar en comparación con similares de otras comunas...Sin duda, debemos sentirnos orgullosos de haber sido alumnos de la escuela Antártica Chilena, hoy colegio y (por obra y gracia de una reforma) de enseñanza media.   

Por cierto los vericuetos son muchos más para recordar: algunos asociados al gimnasio son las extrañas "minipichangas" de séptimo o octavo. Cuando la cancha de tierra, la multicancha u otros lugares estaban copados, nos juntábamos ahí, en aquel pasillo al costado de la citada dependencia multipropósito, con Sepúlveda, Recabarren, Rafael y otros y se armaba alguno que otro partido simpático a punto de resfalones. Además era el lugar propicio para hacer esos deslizamientos que dejaban los pantaloncitos listos para reprobar al año siguiente.

¡Otros tiempos!



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