"Me pasé rollos con él"

Foto de sitio Agencia Carabobeña de Noticias
Por Gonzalo Figueroa Cea 

SEXUAL DELICADEZA
"La vida es una eterna ilusión", señala el nombre de una laureada película belga de los años 90. Pero lo que le ocurre a la ilusionada Queca no es tan crudo como esa historia.

Las ilusiones tienen su encanto, de lo contrario la vida sería insípida. Herman va sentado atrás en el bus, como de costumbre. El recorrido había terminado: el vehículo está en la parada final y las pocas personas que quedan se animan a bajar. Pero se trata sólo de dos personas: el citado varón, de unos 35 años de edad, y una joven de aspecto maternal, de unos 25 años de edad: Queca. 


No se conocen, pero ella  se acerca a hablarle a Herman como si se conocieran de toda la vida. Lo esperaba desde la pisadera.

-Oye, ¿viste la pelea del chofer con el ciclista? -pregunta la joven, menuda de pelo trigueño rizado, muy abrigada y con un llamativo sombrero.

-Estaba muy atrás, pero algo escuché. Un señor que estaba al lado mío los fue a separar.

-Fue una cosa na' que ver -opina Queca. 

-Sí, la gente anda así ahora: a mil por hora, ansiosa y mal genio -responde Herman.

-Sííí. Oye, hace haaarto frío...

De pronto se produce una invitación inesperada por parte de ella. Claramente quiere algo. Se pasa películas. Su yo interno dice: "es bien voluble. Es mino y me encanta. ¡Al fin estoy cerca de él! Intentarlo no cuesta nada. Además no es de esos tipos que te miran atrás y adelante, y se hacen los lesos". Tiene claro el objetivo, pero evidentemente no sabe lo que puede pasar.

-¿Estás muy apurado? 

-No, no tanto.

-Te invito a tomar once a mi casa -propone la muchacha.

-....

-Me caís re bien -enfatiza Queca, tras la vacilación de Herman, quien casi simultáneamente asiente con la cabeza, como aceptando la invitación.

-A mí me gustó el otro día cómo le paraste el carro a un tipo que se puso delante tuyo -responde ahora con seguridad el aludido. Ella se sorprende. "Quiere decir que le he llamado la atención", piensa ella.

-¡Ah,sí!, un tipo roto que se me adelantó en la fila -retruca Queca con sonrisa coqueta.

-Oye, vi que estás leyendo a la Pilar Sordo -consulta él.

-Sí. Estoy leyendo "Viva la diferencia". ¡Que eres observador! -precisa la joven, con la llamita de la ilusión algo más encendida.

-¿Cómo te llamas? -pregunta Herman.

-Rebeca, pero me dicen Queca. ¿Y tú?

-Herman. Es con "h", pero se pronuncia como si tuviera "j".

"¡Ay, que tierno!...Y en las cosas que se fijó, je, je. Es tímido. Pero, ¡que rico!: aceptó mi invitación", reflexiona internamente Queca. Llegan a la casa de ella, de lindo color damasco, y entran.

-¡Uy, que calentito! Y eso que hace varias horas que debe estar sola esta casa -infiere Herman.

-Me esperas un poquitito. Si quieres pon la tele mientras tanto -responde Queca.

-Ok. Ni un problema. Es muy linda tu casa -retruca él. Mira para arriba el hombre. Acto seguido también lo hace para abajo. Sin duda está nervioso. Sin embargo la anfitriona demora unos 10 minutos, tiempo suficiente como para que el invitado se ponga algo más ansioso.

De pronto, reaparece Queca, radiante. Se cambió de ropa y aprovechó de alisarse el pelo. Obviamente está menos abrigada. Aparentemente, de lo nervioso que estaba, Herman nada dice aunque queda muy sorprendido. Seguramente la encontró estupenda.

-¿Quieres un cafecito? -consulta la dueña de casa.

-Sí, gracias -responde un todavía nervioso visitante.

-¿Eres casado? -pregunta Queca. Herman queda estupefacto.

-No. Vivo con un amigo -cuando él responde esto, Queca queda un tanto pensativa. "Y ¿a pito de qué me agrega que vive con un amigo? Hubiese bastado con que sólo me hubiera dicho que no era casado", piensa.

-¿Tu mejor amigo? -le pregunta ella.

-No.

-¿Compañero de trabajo? -contraataca ella.

-No.

-¿Un inquilino? Je, je, disculpa que sea un poco catete -insiste Queca.

-Je, je. Noo...Es mi pareja -aclara con simpleza Herman.

-...

-Oye, ¿qué tipo de cafetera tienes? -pregunta él, tras la muda y sorprendida reacción de ella.

-Es de éstas modernas, con recipiente de vidrio -responde Queca con un entusiasmo ya medio desinflado.

-Oye, ¡y vives sola?.

-No, con mi mamá. Debe estar por llegar.

-Bueno, no te molestes con el café. Te lo agradezco mucho. Yo debo volver a casa luego y, si llega tu mamá, no vaya a pensar mal por mi presencia... -sostiene, algo dubitativo, Herman.

-No, ¿por qué lo va a pensar? -retruca ella con una sonrisa algo forzada.

-Porque entre tú y yo, bueno, ¿eh?, je, je, nada... -ríe nerviosamente Herman.

-¡¡Jajajaj!!...¡¡Naaada!! ¿Qué va a pasar? -ríe Queca.

Se aproximan a la puerta y se despiden amistosamente. Tras cerrar la puerta, sobreviene una reflexión, en lastimosa voz alta, de la muchacha, apoyada en la cara interna de la puerta de calle...

-¡¡¡Aaayyy!!! ¡¡Podría haber sido el día perfecto!! Tantos meses mirándolo y en el momento de los quiubos...

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