"La selección de Julio Martínez": compilado que resume la prosa de una leyenda

DESDE EL CÓRNER
Recopilación hecha por el periodista Edgardo Marín en 2009 de los escritos del recordado comentarista deportivo en torno al fútbol de la “roja de todos”, constituye una gran obra para admirar el legado de JM.

Conoci la figura de Julio Martínez cuando yo tenía unos 9 años. Él ya estaba camino a enterar cuatro décadas como protagonista del periodismo deportivo chileno y tenía espacio para explayar toda su sabiduría (la contingente y la del recuerdo) todos los días en el programa “Deporte Total” de Radio Minería y, tres veces a la semana, en el noticiario central de canal 13. Retórica pura: por ejemplo, en la televisión y sin ayuda de pantallas frontales ni papeles en el mesón, y menos con imágenes simultáneas, se podía despachar improvisadamente un comentario de más de tres o, incluso, más de cinco minutos (cantidad de tiempo bastante generosa para la TV de siempre) tras el bloque de los goles o de algún acontecimiento relevante de la actualidad deportiva. Comencé a tener cierta admiración por el hombre, quien comenzó su carrera en los años 40 como autodidacta.

El laureado periodista Edgardo Marín compiló un generoso set de columnas de JM que fueron escritas en diversos medios (principalmente, Revista Estadio y el diario Las Últimas Noticias) en un lapso de 56 años. Así nació el libro publicado en su primera edición de 2009 por editorial Planeta, “La selección de Julio Martínez (sus columnas sobre la roja desde 1947 y 2003)”.


En 1981, año en que supe de la existencia de Martínez, no imaginaba que el tipo poseía una pluma prodigiosa. Si a Carcuro le admiraba el dramatismo de sus relatos y a Sergio Livingstone, Tito Fouillioux y a Néstor Isella sus capacidades para transmitir su experiencia como futbolistas y preparaciones previas a cada comentario, a “Jumar” (como firmaba Martínez en la “Estadio”) le reconocía un gran talento como orador y escritor de comentarios lejanos de toda ordinariez. 

El juego no es sólo juego porque sí. Tampoco se trata de algo parecido a una mera partida de ajedrez: pura estrategia…No. La cosa va más allá: hay humanidad detrás del fútbol: hay psicología, hay sentimientos, hay jugadores, entrenadores, árbitros y, por cierto, hinchas. En otras palabras, personas. Eso el Premio Nacional de Periodismo lo captaba notablemente.

Marín eligió, entre los textos de Martínez, los referidos a la selección nacional de fútbol. Al leerlos, se aprecia el sentido crítico no sólo en torno al zigzagueo histórico de la selección (¡ojo!, que falleció justo en la época en que se iniciaba la “era Bielsa” y, por ende, la campaña de la “generación dorada”, razón por la cual no alcanza a ser testigo de un período glorioso), a los arbitrajes (sobre todo de los referís extranjeros) y a los hinchas. JM aplaudió los momentos buenos, pero llama la atención que, en el caso de los seguidores de nuestro balompié, los fustiga duramente cuando considera que es necesario apoyar todavía más en las tribunas a nuestro representativo nacional, pero cuando irrumpen las abominables barras bravas (bien entrados los años 80 en adelante) él clama mayor cordura por parte de la parcialidad…Interesante.

Rescato algunos párrafos de esta interesante publicación:

“Veo esa calle humana en Arica, esperando el paso del bus de los jugadores. Veo a Leonel y Toro con el rostro hundido entre sus manos…Veo a Raúl Sánchez, convertido en monumento al fútbol…Veo a los hijos de Carlos Dittborn cuadrados mientras se rinde homenaje a su padre…Y veo a los rusos salir del campo con una corrección admirable, sin la menor protesta, sin el menor gesto, rumiando su amargura y masticando su desencanto. ¡Qué grandes fueron en la derrota! ¡Qué grandes y qué dignos! ¿Y Fernando Riera? ¿Le hubiesen imaginado ustedes llorando como un chiquillo? Tarde para grabarla muy adentro, con esa clausura de la subsede en que en todos los mástiles se arrió la bandera mientras un pueblo cantaba su dicha, su emoción y su orgullo”.

(Las Últimas Noticias, 11 de junio de 1962)

“Porque eso es lo que causa desasosiego en este asunto de los penales brujos y los arbitrajes localistas. Aquí los cometidos referiles son imparciales, severos, casi implacables con los cuadros chilenos. Lo vimos en la Copa con Unión y ahora frente a Perú. Cuando se sale todo es distinto y eso también forma parte de la bitácora. ¿Hasta cuándo habrá que soportar a estos saltimbanquis? ¿Por qué ese sino? Cuando no es uno es otro. Siempre lo mismo. Es algo que cansa, que desanima, que rebela. No es efectivo que las quejas se produzcan solamente cuando se pierde. Unión cayó en Asunción con Independiente y el juicio chileno fue unánime para señalar como excelente el desempeño del peruano Pérez. Pero lo que resulta irritante es que los encargados de administrar justicia tengan una conducta dispar según sea el medio o el ambiente en que actúan.

Aquí son rectos, severos, imparciales. Casi implacables con el local. Cuando nos toca salir cambian del cielo a la tierra. Y son los mismos. Sí, los mismos frescos de siempre”.

(Las Últimas Noticias, 22 de julio de 1975)

“Pero el halago mayor deriva de otros aspectos, que el hombre de esta tierra sabe valorizar en su dimensión humana. Chile no sólo es ya finalista, lo que asegura el subcampeonato, sino que ha sabido sobreponerse a dificultades que pudieron significar un paso sin pena ni gloria por los fértiles pastos cordobeses. Desde el bochorno inicial, con aquella situación conflictiva que alteró la vigilia del debut, hasta el confuso lanzamiento penal que puso en ventaja a Colombia en pleno suplementario. El ingreso de Jaime Vera fue fundamental, porque puso claridad y fútbol  donde imperaban la oscuridad y la imprecisión, pero quedó en claro desde que se inició el alargue -con piernas cansadas y agobio en los rostros- que Chile tuvo más energía, más resto, más físico y más ambición. El penal otorgado por el juez brasileño se convirtió en aguijón y acicate para que Chile reaccionara con bravura y presteza, en un alarde emocionante de combatividad, hombría, coraje y pundonor.

¡Bien por ellos! Chile aplaude del desierto a los hielos y de la cordillera al mar”.

(Las Últimas Noticias, 10 de julio de 1987)

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