"La Intrusa" (2010): no siempre podemos andar como "Pedro por su casa"

"La Intrusa"
Sitio Culturamas
La premiada novela de Éric Fayé nos recuerda que tan vulnerables podemos ser en nuestros propios dominios, incluso sin que esa alteración sea violenta.

Independientemente de cómo alguien vive su vida (valga la redundancia): qué siente, qué hace o qué deja de hacer, existe una especie de cuarto propio que cada uno de nosotros en tanto seres humanos consideramos invulnerable. No me refiero a un cuarto propio en el sentido literal (como lo puede ser una habitación), sino que a un espacio físico de nuestras vidas en el que nos sentimos amos y señores: nadie interviene, no nos sentimos amenazados y, es más, lo atesoramos y, cuando no disponemos de él, lo deseamos con frecuencia. 

Evidentemente aquel cuarto propio cobra más sentido cuando la factibilidad de ser moradores regulares es casi permanente...Casi, porque cuando alguien que no deseamos que entre lo atraviesa y nos damos cuenta tardíamente, automáticamente nos desconcertamos.

Más allá del momento en que eso puede ocurrir, lo que me ocurre instantáneamente con "La Intrusa", es esa fragilidad en la que nos pudiésemos ver expuestos. Lo que el escritor francés Éric Faye quiso exponer en este libro (con la que ganó el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa 2010) es la memoria sobre los lugares que habitamos, lo que igualmente no deja de ser relevante.


Sabemos que hay situaciones ordinarias que nos remecen: la misma violación a un hogar que puede significar un robo lo es, sobre todo por la vulnerabilidad que, a veces, conlleva a la violencia cuando los moradores están presentes...Sin embargo, cuando esta vulneración es pacífica y pasa desapercibida, nos puede dejar estupefactos. Y eso pesa, sobre todo, si tenemos alguna clase de obsesión por la posición de nuestros objetos de uso frecuente: dicho de otro modo, si hubo un cambio de lugar, se produce algo parecido a un remecimiento psíquico-mental. 

El meteorólogo Shimura es un hombre que traspasó la cincuentena y, aunque no destaca por una alta sociabilidad y menos por una vida sobresaltada, de pronto se ve sacudido en su yo interno dentro de su propia casa. Nagasaki, la histórica ciudad japonesa, es aquí una zona residencial casi cualquiera. Faye toma una historia real, que le llamó la atención, para transformarla en novela y cuya restante protagonista no es tan común y corriente: justamente se trata de una mujer, de edad cercana a la de Shimura, despojada de cualquier sentido de propiedad.

¿Cómo se teje esta historia donde la sensación de seguridad, de control y de confort (todo lo que huela a lineal) en un momento se viene guarda abajo? Éric Faye nos invita a revelarlo a través de las letras de la premiada "Intrusa", de editorial Salamandra.

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