María Alejandra Morandé, primer lugar en “MOP en cien palabras”: “Familia Mopina” fue la inspiración

MOPENSES 
El afecto, el sacrificio y la dureza del trabajo fueron los conceptos del cuento ganador, escrito por la profesional de la DOH.

“A mí me gusta mucho leer y desde chica. Me echaban de todas las clases que no fuera castellano porque yo leía debajo del escritorio mientras los profesores de química, de matemática o de física hacían sus clases”, enfatiza María Alejandra Morandé Gil, quien ganó el concurso “MOP en cien palabras”, organizado por el Servicio de Bienestar de la cartera con ocasión de su aniversario 132.

Si bien es cierto la anécdota contada por Alejandra dista mucho de la seriedad con que se deben afrontar las clases de la etapa escolar (o de cualquier etapa educativa), habla bien seriamente (valga la redundancia del concepto) de su loable gusto por la lectura, el que a su vez se vincula con una habilidad de ella, de una destreza, de algo que le fluye por gusto y que corre paralelo a aquella predilección: la escritura. “Y escribir siempre me ha gustado. Mientras viví en Puerto Varas, donde residí 20 años, durante ocho años asistí a un taller literario. Primero teníamos un profesor tallerista, pero se cambió de ciudad, y seguimos quienes formábamos el Taller pero sin su guía, aunque ya con una metodología”, detalla la asistente social, quien fue distinguida con el primer lugar en el certamen referido gracias a una narración denominada “Familia Mopina: orgullo y honor” (el que comparto al final de ste texto).

“Lo mío es la narrativa. A mí me atrae la poesía, pero no sé escribir poesía. No es lo mío. De hecho me gusta mucho como escribe el Subsecretario. Me encanta. Él manda sus twitter y le pone poesía al invierno, a la lluvia, a la obra que él esté visitando”, puntualiza la integrante de la Dirección de Obras Hidráulicas.

“Escribir en cien palabras es un desafío gigantesco, porque uno desarrolla un cuento en mucho más caracteres”, sostiene Alejandra, quien aclara que había participado antes en algunos concursos literarios fuera del Ministerio, pero nunca ganó algún premio: sólo quedó seleccionada.

-¿Qué te motivó a participar en “MOP en 100 palabras?
-Siento que el Ministerio tiene muy ricos espacios para poder hacer muchas cosas y no sabemos utilizarlos. Muchas veces cuando nos ponen las alternativas, tampoco las aprovechamos como deberíamos: cuando a uno le ofrecen la posibilidad de expresarse, en cualquier cosa: en deporte, en la escritura, en ajedrez, etcétera (“sería fantástico si hubiera un club de lectura”). Yo creo que sí va a haber siempre gente que se interese, porque eso nos une, nos une con gente de otras partes, de otras direcciones y se humaniza el cemento y el fierro, de las obras que construimos.

-¿Cómo surgió la inspiración?
-La inspiración fue acudiendo a la idea de “familia mopina”. Esto lo digo entre paréntesis porque tú de repente buscas a una persona en el buscador de funcionarios, y te salen cinco Pérez Tamargo, porque están varios miembros de una familia trabajando en el MOP, hijos y sus padres. He conocido también a personas que traen a sus hijos a trabajar acá y después a sus nietos. Entonces, cuando hablamos de “familia mopina” no es exageración. Eso además de que tiene el doble significado de que en el MOP somos como una gran familia, con sus pros y sus contras.

De repente pensé cómo sería una relación entre un padre trabajador, obrero como se decía antes, y su hijo, que gracias a su esfuerzo, lo saca profesional, le abre la puerta: un hijo que estudia en la universidad, se titula de ingeniero y, además, ingresa al MOP. Pensé en cómo es esa relación y cómo esta mujer, que está ahí, es testigo de esta buena relación entre padre e hijo a pesar de haber tanta diferencia, de todo tipo. Y también -no sé por qué se me ocurrió- hay accidentes cuando hay obras, en todas partes del mundo. Me tocó andar por el Norte de Chile, vi unas cuestas y unas obras impresionantes, y pensaba cómo lo habrán hecho: a punta de pura dinamita. Me imaginé un cuadro donde  finalmente, tal como esa mujer, señora y mamá de mopino, dice: “hazle caso en todo a tu padre, porque él tiene la experiencia”, y él (el joven ingeniero) finalmente opta por ir a reunirse con su padre cuando lo llama y mueren juntos (“que bruta, conté el final”) -enfatiza el paréntesis Alejandra, dándose un palmazo en la frente-. También está el coraje de esa mujer que ya había pensado que estaba difícil el camino, y ella los regalonea para que se vayan bien a la obra. Sin embargo, como mujer fuerte chilena le da órdenes a su hijo, que ya es ingeniero, pero igual le hace notar que debe subsistir el respeto de los hijos a los padres. Fueron como muchas ideas que se me cruzaron en ese minuto.

-Si bien es cierto, es algo que pudiese ocurrir, tiene un cimiento con la realidad. ¿Está basado en una experiencia personal o es inspiración neta tuya?
-Es mía. De hecho, en la DOH me dijeron “¿por qué no pusiste algo de la DOH?” –ríe-. Porque yo había viajado recién al norte por vacaciones. Es un homenaje a todo el MOP, a la familia mopina, a las relaciones padre-hijo, a la mujer, la madre, el sacrificio de mucha gente del MOP para sacar a sus hijos adelante. Y también creo que no es solamente un homenaje a Vialidad. Todas las direcciones se merecen un homenaje. Cada dirección tiene una misión, un quehacer muy distinto del otro, pero todos requieren de mucho valor, de mucho trabajo, de mucho compromiso.         

Quiero felicitar y agradecer a quienes organizaron el concurso, a quienes se les ocurrió, a quienes velaron porque funcionara, a quienes estuvieron de jurado porque movilizó a harta gente y fue bastante comentado. Y eso nos une. ¡Súper buena la iniciativa!.   

Escritura, familia que escribe y labor social en el MOP
Aunque reconoce que ha ido cambiando un poco en materia de predilecciones (“en la medida que apareció Netflix, comencé a ver más series y películas y a leer menos”, se lamenta), Alejandra nunca ha dejado de escribir. 

Vive y escribe en Chicureo, cerca de Colina, en plena Provincia de Chacabuco, junto a su marido y con sus perritas Colomba y Carmela, y su gato Tuiter. Cuenta que uno de sus hijos es Periodista y trabaja en Arica y, la otra, es Médico y trabaja en el Hospital de Niños Exequiel González Cortés. “Mi abuela escribía en El Diario Ilustrado, pero con pseudónimo de hombre, para que la publicaran!!. Mi madre escribía cuentos, mis hijos y mi marido escriben. Mi marido escribe poesía y mis hijos narrativa. Y ganaron concursos antes que yo!!”, precisa risueña.

Alejandra llegó en 2011 a la familia mopina como encargada de temas sociales en el equipo del entonces Ministro de Obras Públicas, Hernán de Solminihac. Materias como equidad de género, accesibilidad universal, discapacidad y otros fueron parte de su función, “temas que debían ir permeando las obras públicas, dado que como son para la gente, tienen que servir a la gente, por lo tanto tienen que incorporar factores sociales”, explica la profesional. 

Algunos años después, pasó a ser parte de la DOH, específicamente en el área referida a los sistemas de agua potable rural (conocidos también como APR). “Es una de mis pasiones junto con trabajar con las comunidades que más requieren del apoyo del Estado. Para mí es vital que la gente tenga agua, que pueda regar, que los animales estén bien y que el efecto del cambio climático lo podamos paliar con un trabajar especialmente enfocado, según mi parecer, en el recurso hídrico. Y más todavía para la gente del campo, que le cuesta tanto tener agua y obtener el financiamiento de sus proyectos. Con agua la gente puede tener una calidad de vida mucho mejor. Es impresionante ver las tareas que se alivian, sobre todo para las mujeres pero en general para las familias cuando hay agua. Es otra vida para ellos”, enfatiza Alejandra.

FAMILIA MOPINA: ORGULLO Y HONOR. 
-“Abrígate viejo, está helao”.- 
-“Mijito usté también abríguese. Hice pancito; 
mi niño no puee parecer muerto de hambre.” 
- “Pero ya soy ingeniero” 
- “Ingeniero serás, pero hácele caso en too a tu padre”. 
Ambos salen riendo. 
A ella le salta el corazón de orgullo y miedo. 
Camino difícil, dinamitarán. 
- Derrumbe: el padre grita. 
El joven ingeniero recuerda: “hácele caso a tu padre”; corre hacia su viejo. 
Avisada Rosa, cabizbaja dice: “por un día, alcanzó a ser de la familia Mopina. Mi viejo estaba orgulloso”. 
Y enjuga unos lagrimones en su delantal, donde aún queda harina. 
Primer Lugar, 
Alejandra Morandé Gil, 
Obras Hidráulicas - Nivel Central


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