Farándula de bolsillo: un joven sin filtro

Edificios, cielo y avión (fotografía de Juhasz Imre)
Por Gonzalo Figueroa Cea

No es un rascacielos. Tampoco Hollywood. Es una empresa como cualquier otra. "Oficinas centrales", les gusta decir a algunos, como si la pura denominación significara pertenecer a una clase de aventajados. 

Y allí están Chelo, el gato, la flaca y el rubio. Regularmente, haga frío o calor, varias veces al día suelen bajar a la calle, específicamente a la acera próxima al edificio para compartir algunos minutos un rato de conversación, no necesariamente de sí mismos, pero sí de otros "mismos" (por no decir "del resto"). El cigarro suele ser un compañero ineludible. Hoy no es la excepción. 

Entran, salen y pasan, como de costumbre, personas que trabajan en el mismo edificio. ¿Y las que no trabajan allí o son visitas? Da lo mismo. Algunos miran a los referidos contertulios y saludan, otros pasan indiferentes aunque no necesariamente por casualidad (dejémoslo para la imaginación).

-Oye, allí va el ñato Pérez. ¿En qué andará ahora? - enfatiza la flaca. 

-Va a ver a la mina del café de la vuelta - enfatiza Chelo, como quien siempre ve al sujeto aludido. 

-¿Y su mujer no lo sabe?... ¡Jajaja!, la mina tiene unos cuernos - responde con ironía la flaca. 

-Es que la minita tiene su genio. No creo que el ñato frecuente a otra porque sí - explica el gato, mientras se escucha desde un vehículo, con el volumen a todo dar, la canción "Sin documentos" de Los Rodríguez, encabezados por Andrés Calamaro. 

-Déjame ser el único que te muerda la bocaa, quiero saber que contigo la vida no a va a terminaar ♫♪♩ - canta precisamente el rubio, quien está distraído mientras observa la humanidad posterior de un par de muchachas que pasaron. 

-¡Yo creo que es bien tontorrona la mujer del ñato!... ¡la oficial, claro! - exclama canchera la flaca. 

De pronto se apróxima Alfred, un joven que suele llevar correspondencia y encomiendas a las oficinas donde trabajan estos contertulios.

-Allí viene el joven con cara de gil - subraya el gato. 

-¿Y Bosnia? - retruca Chelo. 

-El Alfred siempre trae alguna primicia - complementa el rubio, antes que el muchacho pase a saludarlos. 

-¡¡Hola amigos!. ¿Cómo está, señora Vargas?. Acabo de ver a su marido. 

-¿A mi marido? - pregunta muy sorprendida la flaca-. Pero si me guasapeó recién: está en un reunión con su jefe. 

-¡Pero si era él, señora Vargas!... Bueno, le costó saludarme. Se hizo... un poco el leso - respondió Alfred, ya un poco nervioso. 

-¿Y dónde lo viste? - pregunta la flaca , ya más suelta y con actitud de dominar más la situación, tras calar un poco su cigarro. 

-Mire, no sé exactamente el nombre del lugar. Pero es un edificio bien viejo, con escaleras angostas y con esos letreros sobre expendio de bebidas alcohólicas que también tienen las botillerías. 

-¿Sólo? 

-... 

-¿Sólo? 

-... No... Iba con una morena alta... como con pinta de modelo. 

Conclusión: en materia de moralejas y refranes, siempre quedaremos cortos. 

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