Encuentro y jam session en el House, Rock & Country

Guitarra (fotografía de Lucas Pezeta, de Pexels)
Por Gonzalo Figueroa Cea

EL ROBUSTO SEÑOR ROCK

¿Qué harías si te encuentras con Cerati, Moura, Spinetta y Prodan en el mismo lugar?

Tal como me pasó el 20 de marzo de 2012  a poco de haber estrenado mi cuarentena de edad, hoy me transporté nuevamente en el tiempo. De 2019 pasé mágicamente a 1995.

Y ocurrió parecido a esa vez. Mi mujer y mis hijas dormían plácidamente. Escuchaba con audífonos y mediante un mp3 (los más jóvenes quizás se rían de eso) a Deep Purple y a Charly García en forma alternada. Tenía los ojos cerrados pero sin dormir durante media hora. Volaba gracias a mi imaginación con el diálogo musical de los "púrpura profundo" entre la guitarra de Ritchie Blackmore y los teclados de Jon Lord, cuando abrí los ojos y desperté en mi dormitorio de hace 25 años. Vivía por entonces con mis padres...Y tenía 23 años de edad. 

Da la casualidad que hoy tengo el doble de esa edad y dos años de yapa, estoy muy delgado y casi calvo. En 1995, en cambio, pesaba algo más y, si igualmente usaba corto el pelo, al menos podía jugar con la chasquilla. Lo curioso es que, al igual que en 2019, en 1995 estaba escuchando a Deep Purple en el minicomponente radiocaset que era de mi propiedad. No me costó adaptarme a mi cuerpo y situación de mediados de los 90.

Poseído abrí la puerta y, tras una espesa cortina de luces celestes y blancas (como si lo dijera el "Polaco" Goyeneche), más la consiguiente disminución de la intensidad de éstas, llegué al frente de una infraestructura de madera parecida a un clásico saloon del viejo oeste americano, pero con el agregado de adoquines donde se estacionaban toda clase de vehículos. Se trataba del House Rock & Country. Era medianoche. 

Me sentía muy bien, pero comprendí también que debía tener mucho cuidado: ya he estado acá en al menos un par de ocasiones (ver Leyendas y no tantos mitos en el House Rock & Country) y, como las épocas de los asistentes se mezclaban, debía tomar al pie de la letra los mismos consejos que el doctor Emmet Brown le daba a Marty McFly en "Volver al futuro": si cometía un error espacio-temporal en las conversaciones causaría una anomalía con consecuencias cósmicas incalculables. Y eso podía ser fatal. 

Como ya había harta gente me aproximé a la primera mesa donde sólo una persona ocupaba una de las cuatro sillas: un joven delgado, de unos 27 años de edad, de cabellera crespa castaña y abundante estilo Jackson Five, de vistosa camisa lila, acompañado sólo de un cigarro, un trago anaranjado con hielo (no sé qué diablos era), una guitarra Jackson de color azul y una mirada aleatoria y aparentemente bien pensativa, como organizando algo o simplemente esperando a alguien. Era Gustavo Cerati. Pero no de aquel Soda Stereo agonizante, sino el de 1987, ya líder del rock latinoamericano pero sin maquillaje, ni peinado producido ni vestimenta artística. Una especie de Gustavo en bruto. Le hablé con absoluta soltura, como si nos conociéramos de antes. 

-Buenas noches, Gustavo.

-Hola - me respondió sonriente aunque con un matiz de preocupación. 

-¿Esperas a alguien? 

-Sí, pero sentate, no más - retrucó el músico trasandino. 

-Gracias. ¿Mucho rato acá? 

-Unos 20 minutos. Tocaré con unos amigos más rato, pero no llegaron todavía. 

-¿Tienes planes distintos a los de la banda? 

-No. Es sólo divertimento - respondió son serenidad el aludido. 

-Sé que esta pregunta te puede parecer audaz: ¿haz pensado en hacer una carrera solista? 

-No, en absoluto. Me imagino que un solista es como muy solitario y con una banda que te acompaña, nada más - dijo Cerati con despreocupación por el tema. 

-Te agrada mucho más seguir siendo parte de un grupo. 

-Con Héctor y con Charly somos como uno. No porque yo figure como líder y principal compositor, el resto no toma decisiones. Hay un ida y vuelta que te enriquece. Sería demagógico de mi parte pedirles a ellos que hagan sólo lo que yo quiero. 

-Además están en un gran momento - complementé. 

-Nos está yendo muy bien y estamos sonando mejor en vivo. Y eso nos motiva el doble - expresó muy convencido después de una energética calada de cigarro. 

Y de pronto apareció un amigo de Cerati. Era Federico Moura. De unos 35 de edad y extremadamente delgado, de camisa de polyester floreada de tonos entre grises, rojo colonial y verdes, y jeans grises (al igual que sus hermanos, todos ex comerciantes de ropa en La Plata, de muy buen gusto para vestirse), de cabello rubio, largo hasta los hombros y ondulado, y sobresalientes ojos claros, el cantante de Virus justo miró a nuestra mesa. 

-¡Federico, querido! 

-¡Gustavo!. ¡Que gusto de verte! 

-Te presento a un amigo nuevo... ¡Disculpá!, no pregunté tu nombre en denante... 

-Gonzalo. 

-Gonzalo, Federico. Federico, Gonzalo - presentó a ambos entre sí y sonriente el cantante de Soda. Con Federico nos saludamos de mano igual de sonrientes y dijimos graciosa y simultáneamente "¡mucho gusto!". Nos reímos todos fuerte.

-Tengo cuatro discos de tu banda... Bueno, de Soda también - añadí risueño y mirando fijo a Gustavo. 

-¿Sos chileno? - retrucó Federico. 

-Sí. 

-¿Y parece que te gusta mucho el rock argentino?

-Sí.  Tengo música de Serú Giran, Charly García, Fito Páez, Miguel Mateos y Zas, G. I. T., Los Enanitos Verdes, Los Violadores, La Torre, Sumo... Pero, por la particularidad de sus estilos, me quedo con la de ustedes, Charly y Serú. 

-Estamos en una etapa de expansión del rock argentino. Aunque creo que eso tiene su lado amable y, a la vez, uno un poco perverso - señaló el guitarrista. 

-¿A qué te refieres, Gustavo? - le pregunté llevándome la mano al mentón. Se produjo un silencio de varios segundos que parecieron una eternidad, hasta que una voz aguda y pastosa detrás nuestro rompió la ambigua sensación. 

-¡Lo que pasa es que hay bandas, como Soda y Virus, cuya música es una patada en el trasero, viejo!. - Miramos para atrás y era el "flaco" Spinetta. 

-¡Luis Alberto! - exclamaron sonrientes Gustavo y Federico antes de que produjera un vendaval de sonoras risas entre los cuatro. 

Se saludaron efusivamente y me presentaron a Luis. 

-El gusto es mío, Gonzalo - me expresó Luis tras darnos un fuerte apretón de manos. Llevaba puesto un gorro conchovino que no le alcanzaba a cubrir su abundante pelo rizado castaño, un suéter de cuello largo del mismo color y jeans azules. Muy sencillo. 

-Comprenderás que estoy cerca de los 40 y los viejitos, ya en el otoño temprano, nos abrigamos un poco más - me confesó como si hubiese adivinado que me llamó la atención su manera de vestir (no fue mi intención, en todo caso). 

Los amigos charlaban animadamente. Luis reveló detalles de sus proyectos musicales con Charly García y otro próceres del rock trasandino. Gustavo manifestó su entusiasmo con las próximas giras de Soda y un par de futuros álbumes, entre ellos uno en vivo que está casi listo. Y Federico contó pormenores de su viaje a Brasil junto a sus amigos de Virus para grabar el séptimo disco de la banda. 

Federico se veía bien pese a lo extremadamente delgado de su físico. Evidentemente no quise profundizar sobre su estado de salud. Seguí al pie de la letra los consejos del doctor Emmet Brown de no intervenir en tiempos ajenos por las graves consecuencias que eso podría traer. Quizás Moura ya sabía que tenía sida (en efecto morirá por eso). Yo sabía también que el período de grabación del nuevo long play iba a ser complejo, pero...opté por la prudencia: ¿para qué estropear un hermoso momento con verdades que, a lo mejor, pueden parecer infundios en ese minuto? 

Y llegó Luca Prodan. Lo vi y me pregunté: ¿no tendría frío este tío? Tenía una polera sin mangas y unos jeans que le daban la impresión de haber estado reparando un automóvil desde el suelo sólo unos minutos antes. Miró para adentro en las cuatro direcciones y se marchó. Gustavo, Federico y Luis Alberto se dieron cuenta. 

-¿A qué habrá venido el "Tano"? - preguntó Spinetta. 

-No creo que a hacer competencia de poesía contigo, flaco - ironizó Moura. 

-O a hacer un dueto contigo, Federico - dijo sonriente Gustavo. Los tres reímos energéticamente. Luis...no tanto. 

-No, muchachos. Yo creo que vino a otra cosa, que no pudo encontrar - complementó serio el flaco. 

Tras un abanico de temas que incluyó política, fútbol, tragos, gustos musicales al margen del rock y mujeres, los cuatro pedimos más trago. Nos divertíamos.

-Iré a hablar con mi amigo de la barra. Esperen un momento -dijo Gustavo.

-¿Qué pasa Gustavo? ¿Tenés un plan B? -bromeó Luis Alberto, quien notaba que Cerati estaba muy ansioso.

-No. Solamente le pediré el teléfono para contactarme con los amigos que venían para acá. ¿Por qué tardarán tanto? -respondió preocupado el guitarrista, quien fue raudo al lugar del barman.

-Gustavo es un todo terreno, ¿eh? - expuse.

-Nunca para. Es bestial -enfatizó Federico.

-Esta aquí y está allá -complementó Spinetta. Y Cerati volvió allí donde estábamos.

-Los muchachos no vienen. Uno de ellos, el cantante, tuvo un contratiempo -informó Cerati, antes de un nuevo sorbo de su trago.

-Es una lástima. Hubiese sido entretenido disfrutarlos -retruca Moura.

-Pero no te preocupés, le pediré el amplificador y un micrófono a mi amigo -respondió el cantante de Soda Stereo con seguridad y soltura. 

Da la casualidad que Luis Alberto también traía consigo su guitarra electroacústica. Federico notó esto y le pidió a Gustavo otro amplificador y dos micrófonos más.

-Agrégale unos bongós. Vi unos cuando entré a este lugar -puso de relieve también Luis Alberto. Todos se rieron, sorprendidos por la agudeza del flaco, y pensaron lo mismo: se armó la fiesta.

-Ok, pero tienen que acompañarme para traerlos -respondió sonriente Cerati.

No tardaron más de cinco minutos y ya estaban instalados en el escenario. Un grupo de cuatro muchachas, vestidas al estilo de las Bangles, compartían dos mesas juntas con cuatro jóvenes provistos de peinados al estilo Duran Duran y Spandau Ballet. Estaban muy atentos a nuestros movimientos. El ambiente ochentero inundaba el lugar, repleto de veinteañeros, quienes veían a tipos algo o bastante mayores que ellos -salvo uno, claro- prácticamente montando un escenario: sólo las luces estaban puestas previamente y faltaba activarlas.

Hecho el trabajo, miré al flaco y le hablé: "estamos listos. Me iré a sentar y los veré desde nuestra mesa". El flaco se río, me palmoteó afectuosamente la espalda y me pidió un favor.

-Gonzalo: olvidate de la mesa. Después volveremos.

-¿Y qué haré?

-Por favor, tocá el bongó.

-Pero no sé de percusión -le digo extrañado a Spinetta, quien agarra el bongó y hace el gesto técnico con las manos y la boca de cómo tocar. 

-Es fácil: mirá..."Tucutún-tucutún". Cuando yo te indique, tocás más rápido o, en su defecto, más lento - me dijo amable, sonriente y claro. 
  
Motivados, el barman y dueño del House, Rock & Country presentó a cada uno de los integrantes del improvisado grupo que, lejos de los vítores y aplausos de siempre, fue recibido con respeto por parte del público. 

Arrancaron con "Muchachas (Ojos de papel), donde Luis Alberto acompañó su canto con su guitarra, la de Gustavo y los coros de éste y de Federico. Luego vino una singular version de "Imágenes Paganas", interpretada por Moura y nuevamente las delicadas cuerdas, una más eléctrica y otra más acústica, ejecutadas por Cerati y Spinetta, respectivamente. Finalizó la presentación con "Signos", donde Gustavo cantó sin coros pero sí con el valioso aporte sonoro de las dos guitarras, que se hicieron notar tan energéticamente como en los dos primeros temas. Sólo hubo una diferencia: Federico me pidió el favor de facilitarme el bongó. Yo sabía que tocaba el piano muy bien, pero me asombró su sentido del ritmo con el instrumento de percusión.

Los aplausos y vitores se hicieron notar con fuerza. ¡La noche era joven!

Haz clic para ver y escuchar los temas:

MUCHACHA (OJOS DE PAPEL)


SIGNOS


IMÁGENES PAGANAS

Comentarios