Azul marino y limonada

Foto sacada de sitio Cocinatis
Por Gonzalo Figueroa Cea

Eugenio está muy resfriado. Su madre, una mujer soltera de unos 40 y algo, parecida físicamente al personaje de la mamá de Pinky en "Pink Floyd-The Wall", ha sabido llevar adelante no sólo esta situación sino que en general el accionar de una familia donde el padre rara vez aparece. 

Eugenio tiene una hermana menor que él. Ella suele invitar a pasar a sus amigas a su dormitorio, ubicado al costado del perteneciente a Eugenio. Y como ella tiene clases en la tarde, aparecieron ellas esta mañana por la casa. ¿Qué harán?, ¿qué conversarán?. Él no cree que jueguen: andan por los 14. Eugenio tiene cerca de 17. Da lo mismo en este minuto: "algunas están más o menos buenas, pero yo estoy muy resfriado. Afortunadamente se encierran en la pieza de ella", piensa Él. 

El muchacho debió haber ido a clases pero la gripe lo tiene en su cama: en posición horizontal bajo sábanas, varias frazadas y un grueso cubrecama. Pero su mamá, la mujer que ha sabido a llevar adelante a su familia, le lleva revistas y ya le prometió, después del desayuno, traerle el televisor. 

Ver al Conejo de la Suerte, a Tom y Jerry, y a He-Man es lo entretenido en 1989, aunque Eugenio sabe que ya está en una edad en que esas cosas ya empiezan a parecer "muuuy de niños". En efecto un amigo le regaló hace poco unas revistas a todo color que las conserva, en su mayoría, debajo del colchón. Si Forrest Gump las viera diría que son de modelos con poco o nada de ropa.

Eugenio está enganchado en segundo medio. "Sé que mi mamá no está muy orgullosa de mí en los estudios, pero ella dice que al menos soy un hombre bien hombre", comenta en voz baja, algo ronca. Sin embargo, esa idea del "hombre bien hombre" que enfatiza su madre, no se refiere al tema del sexo propiamente tal ni a las preferencias sexuales de un hombre o de una mujer en el mismo sentido. Y el joven lo sabe.

-Ojalá sea una mañana tranquila. Ojalá no me vengan a molestar. No me da el cuero pa' otra cosa que ver revistas...o la tele - dice Eugenio, convencido a su vez que la única persona que puede pasar el umbral de la puerta de su dormitorio es su madre: la señora Susana Briegel. 

Sin embargo, ocurre lo inesperado. Se abre la puerta, es obviamente la mamá, pero...

-Te vienen a ver -dice la mamá con una sonrisa pícara. Eugenio, una versión adolescente de Truman Capote en el aspecto físico, queda con mirada de sorpresa: ojos y boca bien abiertos, justamente como en una famosa fotografía donde el escritor norteamericano baila con su amiga Marilyn Monroe.  

-¿Quién es mamá? -pregunta Eugenio, con expresión algo más urgida por saber.

-La princesa pascuense -dice la señora Briegel, algo más risueña.

-¡No bromees!...¿No me digas que la amiga de Ferenc?

-¡Ni que viniera de la Polinesia, jovencito! ¡Ella misma!, la Úrsula -revela la madre. Al principio lo hace con ironía, pero remata la descripción con agrado...Como que le gusta mucho la muchacha, al menos como para amiga de Eugenio. La cara de asombro mezclada con cierta falta de reacción del chico es demasiado evidente.

-Sé que estás muy resfriado, pero piensa que va a estar un ratito...Además parece que te trae algo. Es muy amorosa ella, ¿eh?

-Bueno, dile que entre, pero que no se acerque mucho, por favor -responde el joven desde su cama.

-Ok.

Tras algunos segundos aparece Úrsula, quien ingresa algo tímida. 

-Hola Eugenio.

-Hola Úrsula...Sorry, de lejitos -el muchacho hace el gesto técnico de no acercarse, aunque en un tono muy amable le pide que se siente en la silla en que habitualmente pone su ropa y su mochila del colegio, aprovechando que éstas están guardadas.

-Gracias. Te traje algo -la chica espontáneamente pone un jugo de cajita y un par de bolsas de galletas de vino mini en el velador.

-Gracias.

-Oye, que lindo el pañuelo -dice la joven, pero en fracción de segundo Eugenio saca el objeto de la curiosidad de ella y lo pone debajo de la almohada.

-Disculpa pero ese pañuelo está súper sucio. Le diré a mi mamá que...Lo voy a poner en la ropa sucia más ratito -aclara dificultosamente el joven, quien evidemente no le explicará a Úrsula que el pañuelo no lo ocupa precisamente para sonarse la nariz, sino que como objeto de "secado" ante la humedad natural de una práctica ...muy masculina.

Luego la chica observa que, debajo del colchón, hay otro objeto que le llama la atención.

-Oye, ¿y esa revista?, ¿no tienes dónde guardarlas?

-¡Nooo!

-¿Qué te pasó?

-Disculpa, es que el resfrío me tiene un poco atontado.

-Discúlpame tú si es que cometí una impertinencia -admite la joven.

-Nooo, lo que pasa es que mi mamá ocupa papel de diario o de revistas usadas para que el ungüento mentolado, que me pongo cuando estoy resfriado, no me quede muy líquido en mi pecho -explica Eugenio, no muy convencido.

-¡Ah!

-Tú sabes...inventos muy caseros de las madres -añade Eugenio, con risita forzada.

-Sí, claro -retruca Úrsula. Ambos se ríen nerviosamente. 

-...Me alegra que hayas venido. Fue una sorpresa -confiesa Eugenio, un tanto nervioso y algo rojizo.

-Debes estar ardiendo -infiere Úrsula.

-¡Siempre!...-vacila escandalosamente el joven. Ella queda sorprendida y salta un poco de su asiento.

-Disculpa, quise decir ...debe ser la fiebre - autocorrige Eugenio.

-Pobrecito. Voy a pedirle a tu mamá un termómetro.

-Bueno.

-Oye, ¿y esas revistas que están al lado de tu velador? Creo que quedarían mejor en la parte de abajo de ese mueble -pregunta con soltura Úrsula. 

-¡Noooo! - Eugenio salta de la cama y se urge algo más escandalosamente que poco antes.

-¿Pero qué te pasa?

-Es que...esas revistas...bueno...mi mamá las puso allí porque las usa para la pomada del pecho -aclara un vacilante Eugenio. Úrsula se ríe y se pasa la mano por el pelo.

-Y tanto atao por eso, amigo, jajaja. Pero además están en el suelo. Si gustas...

-No te preocupes...Lo que pasa es que mi mamá en algo maniática con el aseo y prefiere dejarlas allí pa'...dejar otras cosas en el velador...

-¿...?

-...Un jarroncito con limonada, unas tostadas, qué se yo...

-¡Jajajaj!, que eres loco -responde Úrsula alzando los hombros arriba, mirando de frente sonriente, girando un poco la cabeza y, una vez más, pasándose la mano por la cabeza. La muchacha tiene puesta una chaqueta de buzo deportivo azul marino con gorrito, que no alcanza a cubrir su ordenado pelo lacio y castaño oscuro; unas ajustadas calzas del mismo color y zapatillas blancas. El joven anfitrión no la deja de mirar. 

-Yo creo que vas a tener que pedirle el termómetro a mi mamá -dice Eugenio algo resignado.

-Espera -responde Úrsula, quien se para de la silla, camina hacia la puerta pero se detiene de pronto. Vio algo adentro del closet que le llamó la atención, específicamente en la parte donde están los artículos de aseo..

-¿Qué pasa?  

-Oye, ¿y qué es este spray? -pregunta la joven una vez que toma el frasco. Eugenio se da cuenta que se trata de un regalo algo "clandestino" (su madre y su hermana no lo saben) que le hizo un primo mayor, quien lo había traído de Estados Unidos. Por fortuna Úrsula no tiene un buen dominio del inglés y, además de unos graciosos tipos de letras grandes y chicas, el envase no tiene imágenes.

-Es un...es un...Es un...Espuma de afeitar -aclara él, algo dubitativo.

-No las conocía así. Mi papá usa una en tubo, parecido al de las pastas de dientes -cuenta ella, con la soltura de siempre.

-Bueno, es que ...hay de distintos tipos -responde su amigo.

-Oye, ¿tuviste alguna lesión? -pregunta Úrsula.

-No, ¿por qué?

-Por esta venda color crema que tienes allí -la cara de espanto de Eugenio es evidente al ver que la chica está punto de tocar la venda, pero para evitar los grititos desproporcionados de un rato atrás, prefirió ser algo más estratega y cauto en cuanto a responder con una mentira piadosa. De hecho minutos antes que llegara Úrsula él le había dado al género un uso similar al del pañuelo que su amiga encontró tan lindo.

-No, mira...Prefiero que no lo toques porqueee... tiene una textura muy rugosa y tú tienes la piel muuuy delicada.

-¡Ay!, que eres tierno -dice sonriente la muchacha.

-...Y no quiero que te dañes tus manos -añade el muchacho con el rostro más rojo que costumbre, mezcla de fiebre con algo de vergüenza.

-¡Pobreciiiito! ¿Sabes? Me iré porque recuerda que tengo clases en la tarde y ya es cerca del mediodía.

-¿Y vas a ir así?

-Pero si es mi indumentaria de educación física: tengo clases después del primer recreo. Así lo aprovecho. ¿Acaso no te gusta mi pinta? -pregunta algo extrañada e incómoda.

-¡No!, al contrario: te ves súper rrr...Luces bien. Te resalta ene el p...Te queda súper bien. Bonito el color, además.

-¡Eres súper amoroso! Pero, ¿sabes?, me da cosita que te sientas tan mal. Se nota que debes tener fiebre. Antes de irme le diré a tu mamá que haga otra limonada y que te tome la temperatura.

Hecho lo prometido por Úrsula, ella se despide desde la puerta con el gesto de un besito mandado desde el aire. Y él, con 38 de temperatura pero más aliviado tras despacharse un vaso de limonada con miel, se despide sonriente y, pese a los chascarros previos, con el corazón llenito de amor.   

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